El caso Chiquita Brands

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Por: Clara Inés Chaves R. (*)

La transnacional bananera Chiquita Brands fue condenada el pasado 10 de junio, por un tribunal federal estadounidense de Florida por haber auspiciado desde 1997 hasta el año 2004 a grupos paramilitares en Colombia, y tiene que pagar por ello 25 millones de dólares.

Recordemos que Chiquita Brands International Sàrl se dedica a la producción y distribución de bananos con varias marcas subsidiarias, con tres sedes centrales en Fort LauderdaleEstados Unidos, en  EtoyVaudSuiza, y en Santa AnaCosta Rica. Esta multinacional es la heredera de la empresa United Fruit Company y es la principal distribuidora de esa fruta en los Estados Unidos.

La multinacional en mención, fue demandada por víctimas de la violencia paramilitar en Colombia, y admitió en el tribunal en el año 2008 haber financiado a las Autodefensas Unidas de Colombia.

La pregunta que nos haríamos, es si esta multinacional estuvo en el país durante 7 años, ¿cómo es que el gobierno de turno no se enteró de esta anormalidad?

Haciendo historia, durante este período en el que permaneció haciendo negocios esta empresa, pasaron tres gobiernos distintos.

Si hacemos memoria durante esa época se desplazaron campesinos en la zona bananera del Magdalena en donde se encontraba Chiquita con el nombre de Samarex.

Muchos académicos han mencionado sobre las consecuencias de las acciones paramilitares en el territorio, y en tal sentido han dicho que con la instauración de un modelo de desarrollo económico que responde a intereses externos a la región y que ha venido sustentando impresentables crímenes de lesa humanidad, parecería que todo ello ha contado con el respaldo de algunos funcionarios del Estado.

Según el informe de Indepaz de fecha 14 de septiembre de 2019 titulado Chiquita sigue en Colombia, se menciona lo siguiente: No obstante, a través de una sofisticada maniobra financiera detectada por la Fiscalía, las operaciones de Chiquita Brands en Colombia fueron asumidas por dos firmas con curiosas particularidades: Invesmar S.A. y Olinsa. La primera, domiciliada en el paraíso fiscal de Islas Vírgenes Británicas, es dueña de un conglomerado empresarial cuya firma líder en el territorio nacional es Banacol S.A. Esta compañía, según el ente acusador, siguió pagando millonarios recursos entre 2004 y 2007 a las cooperativas de seguridad que eran fachada de las autodefensas. Es decir, continuó auspiciando la estela de violencia de su antecesora.

Ante todo, este panorama, es curioso que sea en las cortes y los tribunales de los Estados Unidos en donde se consigan las condenas por delitos que comenten en este caso una multinacional estadounidense en Colombia, o por colombianos salpicados por delitos trasnacionales como el caso de Odebrech que cometieron en nuestro país y en el del Tío Sam; mientras que en la nación del Sagrado Corazón no pasa nada, y parecería que las autoridades hacen honor a la canción de Shakira: Ciega, sordomuda.

Recordemos que Chiquita Brand es la heredera de United Fruit Company, una empresa fundada en 1899 que influyó en la política y la economía de varios países latinoamericanos, por lo que se los empezó a llamar “repúblicas bananeras”. El poder de esta multinacional era tan enorme que podía propiciar golpes de estado y realizar actos de corrupción según lo han registrado los distintos informes que han aparecido en la prensa.

Si hacemos memoria en 1928 se produjo en el país lo que se llamó la masacre de las bananeras denunciada en el Congreso por Jorge Eliecer Gaitán, en la que el ejército para constreñir la manifestación realizada por los campesinos que querían mejores condiciones laborales en Ciénaga, les disparó y murieron alrededor de 1800 manifestantes.

Lo que nos muestra la historia, es que al Estado y a sus instituciones poco les ha importado el país, y en particular a algunos sectores de colombianos que, a través del tiempo, los ha ido segregando y condenando a la miseria, y poniéndolos a merced de empresas multinacionales que imponen su ley a su beneficio con el beneplácito al parecer de algunos gobernantes.

Parecería que nosotros nos hemos convertido en nuestros propios enemigos, en lugar de ser lo contrario. ¿hasta cuándo seguiremos vendiendo patria?

(*) Exdiplomática y escritora

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