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Quíscalus

Por William Efraín Abella Herrera – Miembro de ACO y SAO – wabella@unicauca.edu.co

La primera vez que supe de la presencia de esta ave en la Meseta de Popayán fue en un estudio que realizaban sobre la avifauna en el área de influencia del aeropuerto de nuestra ciudad. Posteriormente tuve registros de ejemplares de ella muy cerca de ahí, al interior del Batallón José Ilario López.

Los científicos de las aves le llaman Quiscalus lugubris, donde el nombre Quiscalus al parecer era como los Caribes denominaban a Quisqueya, la isla que los europeos decidieron llamar La Española (República Dominicana y Haití). El epiteto latino lugubris traduce “triste y de luto”, en referecia al plumaje de esta especie.

La literatura consultada le llama “Chango” y “Tordo” seguido de los apellidos “Llanero” o “Caribe”. Al ser un ave recién llegada a varias regiones del país, las comunidades de dichas zonas a veces le llaman “Chamón”, no obstante, su comportamiento sea muy distinto a los Molothrus, quienes históricamente han recibido este nombre. De ahí mi sugerencia de no llamarle así, mas bien, animarles a ser creativos en “rebautizarle”, o quizás debamos conservar parte de su nombre científico e identificarle como “Quíscalus”.

Esta ave está experimentando una ampliación sorprendente de su territorio ingresando desde la regiones Caribe y Orinoquia al interior del país, a través de los valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, y los piedemontes Llanero y Andino Amazónico.

Se piensa que pronto colonizará todo el territorio nacional. Los motivos de tal situación podrían ser el cambio climático y la acción humana directa, que han favorecido este proceso de ampliación de distribución, gracias a la potrerización del territorio, y a que las comunidades le brindan alimento, a lo cual se suma el ser un alar con gran capacidad de adaptación.

En esta especie los plumajes de la hembra y macho difieren. Mientras él es negro brillante, ella es café grisáceo. Tenga en cuenta para su identificación su cola en forma de cuña y los ojos amarillos, presentes en ambos sexos. Familiar de la famosa María Mulata (Quiscalus mexicanus), que podemos apreciar sólo en los litorales Atlántico y Pacífico, su tamaño es menor que aquella.

Como ave omnívora, come de todo. En general la hemos visto forrajeando en el suelo, cerca de locales comerciales y parques donde les brinden comida. A veces en parejas, pero sobre todo en grupos conspicuos, ruidosos e intrépidos perchados en líneas de servicios públicos o en el dosel de los arbustos.

¿Qué podemos hacer por esta especie? Realmente muy poco ya que amplía su rango de distribución de forma sorprendente, quizás lo que debemos hacer es evitar suministrarles comida para prevenir su sobrepoblación, y el convertirse en competencia de otras especies nativas. Esto debe estar unido a procesos de mitigación de la deforestación de nuestros territorios, ya que la pérdida de bosque favorece su presencia. Se necesita de la Academia estudios que nos permitan conocer cómo su llegada y establecimiento afecta a las especies residentes del lugar donde llegan.

Quiscalus en parque de Caloto, Cauca – Fotografía: Santiago Bayona

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