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Ascenso de las extremas derechas en Occidente: Una amenaza creciente

La extrema derecha ha ganado relevancia en el Parlamento Europeo con 180 diputados, transformando la política con discursos que recuerdan al fascismo y amenazan los valores democrático-liberales. Aunque representan el 47% del Parlamento, no han alcanzado la mayoría frente a los europeístas. Utilizan estrategias populistas para polarizar y ganar apoyo electoral, aunque sus políticas no benefician a los sectores populares, lo que refleja su ascenso en el poder y su influencia en la política europea.

POR: REDACCIÓN EL NUEVO LIBERAL

No es verdad que la extrema derecha sea mayoría en el Parlamento Europeo, pero sí han ganado una importante relevancia política en las últimas elecciones, reforzando discursos que recuerdan al fascismo. El fin de semana pasado, los europeos eligieron a sus 720 eurodiputados. En estas elecciones, la extrema derecha pasó de ser una fuerza marginal al obtener 180 diputados en el Parlamento Europeo.

Este hecho evidencia una trayectoria ascendente que comenzó con el Brexit en 2016 y que se está profundizando hasta ocupar cargos de poder y representación, transformando los valores occidentales y las realidades materiales de Europa y de las Américas.

Si tenemos en cuenta que la pasada ola autocrática en occidente (1930-1945) dejó totalitarismos, fascismos, genocidios y la Segunda Guerra Mundial, debemos estar alerta para identificar este fenómeno y prevenir su ascenso. Esta nueva ola autocrática apenas está creciendo y aún no ha llegado a su pico, por lo que no conocemos completamente su capacidad de despliegue.

Los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), el Partido de Identidad y Democracia (ID), junto con representantes no inscritos que se identifican con la extrema derecha, configuran el 47% del Parlamento Europeo. Estas fuerzas crecen con un discurso anti-europeísta y representan una amenaza para el modelo de integración continental que defiende los valores democrático-liberales y cosmopolitas de carácter progresista.

Si bien es cierto que no han logrado la mayoría, ya que los europeístas juntos suman el 63% del parlamento y cuentan con un partido mayoritario de 186 eurodiputados agrupados en el Partido Popular Europeo de centro derecha, estas mayorías se ven cada vez más forzadas a tener en cuenta a la contraparte para negociar y poder tomar decisiones colectivas. Estos liderazgos, que cuentan con un creciente apoyo electoral, son abiertamente anti-liberales, anti-izquierdistas, nativistas o nacionalistas, anti-islamistas o xenófobos; características propias del viejo fascismo.

Aunque no son abiertamente machistas como los fascistas que defendían la dominación masculina, sí defienden los valores tradicionales de la familia, oponiéndose al aborto y al enfoque de género. En esa medida, las extremas derechas están en contra de la expansión de los derechos sociales por los que lucha la izquierda y de la progresividad de derechos individuales que defienden los liberales. Aun cuando ese paquete de ideales es claramente de derecha y de extrema derecha, dividen a la sociedad en facciones en las que unas merecen más que otras, y en donde los migrantes musulmanes deben ser expulsados, como lo hizo el nazismo con los judíos en Alemania.

Las extremas derechas han aprendido a usar estrategias discursivas propias del populismo para captar el caudal electoral de la izquierda, pero la ejecución de sus políticas no beneficia a los sectores populares como lo anuncian en campaña. En la crítica a las élites globalistas “woke”, usan al pueblo para beneficiar a las multinacionales. Además, el trato de la burocracia transnacional como “relatores de la ONU” no es realmente una crítica al neoliberalismo ni al sistema capitalista, sino una mera demagogia en contra del paquete completo que es la globalización económica y cultural con sus ideas progresistas. Esta estrategia discursiva aumenta la polarización en épocas electorales, permitiéndoles ganar en las urnas.

Ya que la extrema derecha ha ocupado cargos de decisión y ha demostrado con su gestión pública resultados medibles, es evidente que la crítica a las élites globalistas no pretende disminuir las desigualdades materiales. De hecho, contrastando a Trump con Obama, siendo este último un liberal demócrata, ni populista y menos fascista, Obama fue capaz de crear más empleos justo después de la crisis más grande del sistema capitalista, más que Trump antes de la pandemia. Lo mismo ocurre con Giorgia Meloni en Italia, quien habla en contra de las élites de las cuales ella misma forma parte y a las que no pretende afectar con políticas fiscales.

Todo esto demuestra que la extrema derecha no es populista, pero sí es fascista. Aun así, sus cantos de sirena logran convencer a los votantes de izquierda inconformes con el sistema global capitalista.

Foto Razonpublica.

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