Bolívar y Popayán

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Por Víctor Paz Otero

Son diversas las crónicas, así como los gestos y los actos, que ponen en evidencia las múltiples relaciones de afecto y simpatía que demostró el general Bolívar por la ciudad de Popayán, en diversas y cambiantes circunstancias.

Ese afecto, seguramente encuentra fundamento en sucesivos eventos, que tuvieron una significativa importancia en la vida personal y en el gran proyecto político militar acaudillado por el general libertador en esa breve y fulgurante faena que lo convirtió en una auténtico “alfarero de repúblicas”, como él mismo llegó a considerarse.

El primer y documentado encuentro entre Bolívar y un Payanes aconteció en España, cuando Bolívar siendo apenas un adolescente, por cierto algo díscolo y errático, fue enviado a Madrid para que adquiriese una educación más sofisticada que la que podría tener en su natal y polvorienta ciudad de Caracas. Bolívar, como miembro destacado de la reducida y engreída elite mantuana, no podía escapar a esa pretensión de ser educado como todo un elegante señorito; pues educarse en Europa constituía la forma aceptada de consolidar el prestigio y la importancia dentro del grupo social.

Al llegar a España se hospeda en compañía, de dos de sus tíos maternos, en el palacete en el cual residía don Manuel Mallo, un curioso personaje, nacido en Popayán pero de familia de origen venezolano y amigo muy cercano de la familia materna de Bolívar, que por aquellos días desempeñaba la equivoca función de ser el amante oficial y transitorio, de la reina de España, la lujuriosa y casi horripilante doña María Luisa de Parma; esposa del rey don Carlos IV y madre del futuro Fernando VII. Lo de horripilante se deriva y se explica mirando las impresionantes y magnificas pinturas que de ella hizo nada menos que don Francisco de Goya .Era casquivana y muy traviesa la soberana de los españoles.

Larga fue la temporada que vivió en casa de Mallo, el locuaz e inteligente Simoncito y, profunda fue la influencia que el agraciado amante de doña María Luisa, ejerció sobre algunas de sus costumbres, mañas y comportamientos, que en esos años lo convirtieron en una especie de acicalado dandy y seductor venido del lejano y ardiente trópico.

Los documentos de la época testimonian los gastos un tanto exagerados que el joven Bolívar realizó para vestirse con rebuscada elegancia, para pagar maestros de danza, de esgrima y de francés. Para pagar criadas y zurcidoras, para comprar botas italianas, gastando en sombreros con galón y con cucarda, para pagar peluquero, para lucir hebillas doradas y conseguir costosas lociones y etc.etc.

Detrás de estas extravagancias, fácil es deducirlo, se nota la influencia arrogante y “educadora” de don Manuel.

Fueron cordiales y reciprocas las relaciones de afecto y de amistad entre el amante real y el joven y despreocupado caraqueño. Bolívar lo consideraba como su tutor y su protector, como su consejero de cabecera en eso de adiestrarse para la vida galante y cortesana.

A don Manuel Mallo acudió Bolívar, para que este le ayudase a convencer a su futuro suegro que le concediera licencia para contraer su precipitado matrimonio con María Teresa Alaiza, gestión que Mallo cumplió a cabalidad. Y don Manuel fue padrino en su boda. Bolívar que en realidad nunca tuvo referente paterno en su explosiva infancia, muy seguramente proyectó en don Manuel esa confusa responsabilidad que se supone deben ejercer los padres.

Es evidente entonces que la mención a la ciudad de Popayán, tuvo que ser un tema de conversación frecuente entre Mallo y su protegido. Se establece así un primer contacto, de gratificantes resonancias emocionales, entre Bolívar y la imagen que de Popayán tuvo que haberle prodigado Mallo. Por supuesto, que solo estamos proponiendo una posibilidad interpretativa e imaginaria sobre el asunto.

Pero hechos sucesivos y posteriores relacionados con Popayán y los payaneses, ayudaron a que Bolívar reservara en su corazón un espacio de afecto muy cálido que lo vinculó siempre con nuestra ciudad de Popayán. Entre esos encuentros decisivos para su futuro de libertador y de máximo caudillo de las guerras de independencia, está su encuentro y su cercana relación con don camilo Torres Tenorio. Torres tuvo el privilegio intuitivo de vislumbrar el genio político y militar de Bolívar, en un momento en que este andaba derrotado y menospreciado por muchos. ”Sois un militar derrotado pero sois un grande hombre” fue lo que le expresó cuando ejercía el cargo de presidente de las provincias unidas de la Nueva Granada. Y de forma generosa y visionaria le proporcionó recursos militares y de todo orden, que le permitieron a Bolívar iniciar el ciclo cambiante pero afortunado de las guerras de independencia. Sin esa ayuda tal vez no hubiese sido posible la realización de un destino triunfante para Bolívar. Años después el propio libertador destinaria parte de su salario como presidente para favorecer a la viuda de don camilo Torres, reducida a la miseria y al abandono como consecuencia del fusilamiento de su esposo por orden de Pablo Morillo.

En el año de 1822, cuando Bolívar visita por primera vez la provincia de Popayán y acantona sus tropas en la gran hacienda de Japio, perteneciente en esa época a José Rafael Arboleda, manifiesta por este amable y altruista señor, una inmensa simpatía que se encargó de reiterarla en varias de sus cartas y por medio de las importantes misiones que le encomendó. De los muchos amigos y conocidos payaneses que tendría Bolívar a lo largo de sus años, parece que fue José Rafael Arboleda el más caro y cercano a sus afectos.

También en Japio, la en ese entonces opulenta familia de los Mosquera, tuvo ocasión de homenajear y de conocer a Bolívar. Más por oportunismo político que por verdaderas convicciones republicanas, le aportaron considerables recursos económicos, con los cuales Bolívar pudo continuar la campaña del sur, aquella que culminaría con la liberación del Perú, en las batallas de Junín y de Ayacucho. En retribución a las ayudas recibidas de los Mosquera, Bolívar incorporó en calidad de edecán personal al problemático e impredecible Tomas Cipriano, quien después sería el más leal e insobornable partidario de la causa bolivariana. En sus memorias Tomas Cipriano escribirá “La revolución le estaba costando a mi padre la suma de trecientos cincuenta mil pesos oro”. Suma sin duda más que apreciable en aquellos tiempos de limitaciones.

De igual manera en Japio y en ese año de 1822, Bolívar logra la incorporación a su ejército del aguerrido coronel monarquista don José María Obando. Incorporación de alto valor estratégico y militar, pues Obando era el dueño de “las llaves del sur”. Obando, también emparentado con los Mosquera, era el caudillo indiscutido de los valerosos y fanáticos guerrilleros de Pasto y del Patía. Sin esa vinculación de Obando a su ejército, la marcha hacia el sur hubiese sido virtualmente imposible.

Desde Japio Bolívar se traslada a Popayán. Se hospeda en la casa de los Mosquera, donde se le rinden homenajes y se celebran vistosas fiestas en su honor. El cronista José María Cordovez Moure, también payanes, hará en años posteriores un animado relato de aquellos alegres jolgorios en su famoso libro “Reminiscencias de Santafé y Bogotá”.

En Popayán tuvo también Bolívar oportunidad de encontrarse y reconocer a varios miembros de la familia Rebolledo, vinculados por los lazos de sangre y parentesco a su propia familia. A uno de ellos, concretamente a Don José maría rebolledo, que curiosamente no era ni adicto ni simpatizante de la causa Bolivariana por haberse declarado pacifista, lo visitó en su hacienda con parte de su estado Mayor y rememoraron esas relaciones de parentesco.

Vale la pena recordar, que don lino de Pombo O’Donnell, quien será el padre del poeta Rafael Pombo Rebolledo, acompaño a Bolívar en la llamada campaña admirable.

Las repetidas ocasiones que visitó Bolívar la ciudad compartió muchas horas con diversos payaneses, manifestando siempre su complacencia por poder permanecer en la ciudad.

Dictó varios decretos que favorecieron la ciudad y que en algo ayudaron a mitigar los efectos destructivos que provocaron los terremotos de la época.

Sin embargo y ya casi en los últimos años de su vida, Bolívar regresaría a Popayán en circunstancia políticas y personales muy dolorosas para él. Vino a sofocar las rebeliones lideradas por José Hilario López y José maría Obando, que se oponían a sus nuevos designios políticos para favorecer la causa Santanderista.

En 1830, año de la muerte del libertador, se produce el asesinato del mariscal Antonio José de Sucre, el más amado de sus generales. El crimen se le imputo a Obando, que habría contado con la complicidad de José Hilario López. Este hecho afecto de manera dramática y profunda la situación moral y emocional de Bolívar. Y esperamos no le haya logrado socavar la imagen amorosa y protectora que siempre evidenció por Popayán, esta ciudad tan visceralmente comprometida en el turbulento proceso de la guerra de independencia.

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