Entre los aspectos más complejos que debe enfrentar la alcaldía de una ciudad, con certeza, se encuentra el tráfico vehicular urbano. Desde luego, esa responsabilidad radica formalmente en la Secretaría de Tránsito Municipal, pero sin duda ocupa un lugar de preferencia en la lista de los “dolores de cabeza” del burgomaestre.
Esta ciudad (siempre se ha comentado) adolece de incontables fallas en el diseño de la malla vial. Una longitud total de vías que en nada corresponde con la cantidad de vehículos que circulan diariamente por ellas. A la carencia de parqueaderos públicos hay que agregarle que los payaneses estamos sumamente mal acostumbrados y pretendemos llegar hasta la puerta de nuestro destino exacto, en el carro y parquearnos, sin ningún reato, justamente allí, frente al local que queremos visitar. Lo mismo ocurre con el uso mínimo que se les da a los paraderos de buses, pues la costumbre es “ponerle la mano al bus” en cualquier sitio; Y lo que es peor… el bus para apenas le mueven la mano, sin importarle absolutamente nada atajar la fila de vehículos que circula detrás de él, inmediatamente. Con total franqueza hay que decir que nuestra “cultura ciudadana” ha dejado de existir desde hace rato… Eso antes se llamaba “civismo” o mejor aún: “educación”, pero ya no existe.
Es increíble que en una ciudad que a duras penas tiene, en el mejor de los casos, no más de trescientos veinte mil habitantes (320.000) (cifra supuesta, pues el DANE dice que son 270.000) se presenten tantos trancones y accidentes como es frecuente encontrarse. Por supuesto, el aporte que a la alta accidentalidad hacen los motociclistas, por su modo irresponsable de conducir esos versátiles pero peligrosos vehículos, es enorme.
Pedirle a la nueva administración municipal -aunque ya lleva 6 meses- una solución inmediata a este complejo problema urbano puede ser parecer exagerado, pues no es justo desconocer la por demás difícil situación financiera en que recibió esa tremenda responsabilidad, a sabiendas de que no hay recursos para cubrir gastos básicos de funcionamiento. Pero, corresponde a este medio de comunicación local y tan querido por los ciudadanos, dar una campanada al señor alcalde, con la intención de conocer cuales son los planes y propósitos de solución a este engorroso problema, que afecta a todos los estratos, pues toda la ciudadanía requiere transportarse, bien en vehículos particulares y/o públicos o de manera peatonal y el tiempo que se gasta en desplazamientos está creciendo inusitadamente. Deben ser planes elaborados contando indefectiblemente con la conciencia y la colaboración ciudadana, que, en definitiva, es la que recibe los perjuicios o beneficios de una ciudad eficiente. No se trata de establecer una lista de multas y sanciones y sus mecanismos punitivos. Lo más conveniente sería diseñar campañas cívicas y de concientización de peatones y usuarios de vehículos de toda clase. Inclusive es posible apelar a campañas de anteriores administraciones. Los colegios y universidades son una buena fuente de inspiración y se pueden convertir en eficientes multiplicadores de los efectos del propósito.
