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Dura lección en marcha…

Por Eduardo Nates López

“¿Y ahora qué irá a hacer?… él, que es tan vengativo y resentido”, fue la pregunta que me hicieron el lunes a primera hora, después del domingo de las gigantescas marchas contra el gobierno de Petro.

No supe responder… Repasé mentalmente las escenas de los noticieros de televisión sobre las manifestaciones. Recordé las imágenes imborrables de la marcha del 4 de febrero de 2008, contra las FARC. Fui acumulando escenas y sumando recuerdos. Pero también repasé la mezquindad del comentario de Petro, menospreciando el impresionante movimiento nacional, que, paradójicamente, dos de sus funcionarios más cercanos (la superpoderosa Sarabia y el Min Interior Velasco) sí tuvieron la entereza de reconocer, invitando al diálogo. (No se sabe qué reacción íntima hayan desatado en el dictador…).

Los habitantes de las regiones costeras Caribe y Pacífica, que fueron decisivos en el triunfo de Petro en 2022, se manifestaron masivamente, decepcionados con el insoportable gobierno. En Santa Marta, Barranquilla, Cartagena, Sincelejo, Montería, etc. que Petro los creía sus huestes, salieron a marchar en contra. Igualmente, las capitales del Pacífico: Cali, Pasto y hasta Popayán (que ha sido tan floja para pronunciarse contra este gobierno), mostraron su descontento en forma abierta. Medellín y Antioquia sacudieron el último rezago que les quedaba del vergonzoso gobierno izquierdista de Daniel Quintero, (a quien no le caben más procesos por bandidaje y ya se fue de Colombia). El viejo Caldas; Los Santanderes; Y Bogotá, que siempre será un faro de la opinión nacional, por ser la generosa receptora de gentes de todos los rincones de la patria, se expresó con todo el volumen de su voz. Mucho le ha soportado la capital a la incalificable calidad política y personal de Petro, pero esa paciencia parece haber terminado.

Fueron cerca de un millón de personas en todo el país expresando, con gran decencia, su rechazo. Muchos que confesaron haber votado por ese “experimento de la izquierda”, hoy retornan arrepentidos del fracaso de su decisión. ¡No hubo daños ni “primeras líneas” mutilando ciudadanos, ni incendiando policías! Esta es la verdadera gente colombiana, sin odios y rencores malignos, caminando con la solidaridad que genera el sufrimiento común, por una equivocación política que aún estamos en posibilidad de reversar, sin violencia y sin “golpes blandos” (como califica Petro, cualquier idea o señal contraria a su insoportable prepotencia). ¡Solamente oponiéndonos!

Mucho nos gustaría que se fuera, pero nos resignamos a que cumpla el plazo que la Constitución le ha fijado a ese cargo presidencial. Nadie hay queriendo tumbarlo ni deseándole males mayores. Su estilo insurgente y resentido lo hace ver fantasmas adversarios. Lo que queremos la mayoría de colombianos es que termine su período y se vaya, sin hacer más daño del que ha hecho, en tan poco tiempo. Ya mostró lo que él y su camarilla querían y por eso apelaron a mecanismos ilegales, con financiación oscura de una campaña que se aprovechó del desengaño de los pésimos gobiernos espurios de Santos y anodino de Duque.

Le debe quedar claro que lo propuesto para acabar con la salud; para apropiarse de las pensiones y para hacer más gravosa la contratación de personal; la corrupción en su entorno familiar y la de sus nombrados, dedicados al latrocinio, lo rechazamos todos. Le debe quedar claro que ganar con estrecho margen las elecciones, no le dio la propiedad del país. Que el contrato de uso sobre los domicilios gubernamentales vence el 7 de agosto del 2026.  ¡Y que debe entregar!  Este país no es ni será Venezuela. Y si lo pretende, estas mayorías silenciosas volverán a las calles a decirle con firmeza: ¡Fuera Petro, fuera!

Y que los parlamentarios en ejercicio entiendan que “la cosa también es con ellos”. Están recibiendo una lección inobjetable, en el “mismo salón y dictada por el mismo maestro”, que es la ciudadanía, manifestándose en calles y plazas del país. ¡Deben oír al pueblo!

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