Por: Sebastián Silva-Iragorri
Observando otra vez el mar desde Cartagena, no puedo menos que recordar tiempos vividos y las bellas imágenes que despertaron la visión de su inmensidad, con sus brillos y colores y a la vez con su bravío comportamiento como con su placidez. Recuerdo de niño en Buenaventura donde por política nos encontrábamos exiliados temporalmente. Conocimos el mar a profundidad y aprendimos a respetarlo, a admirarlo y sobre todo a disfrutarlo dentro de lo posible.
Colombia tiene la fortuna de estar signada con los dos grandes mares del mundo, el Pacífico y el Atlántico y por ello ocupa un lugar de privilegio en una esquina geográfica. Siempre he admirado las ciudades con mar en Colombia y en el mundo.
Hasta milagros se han producido en los mares, nadie puede desconocer a Jesús caminando en las aguas o deteniendo las tempestades y vientos u orando a su Padre con las más hermosas evocaciones en el mar de Galilea.
En Portugal o España, en el mar del Norte o en Australia las vistas de ese inmenso mar nos asombran por su esplendor, por su majestuoso andar, por sus olas que quisieran salirse de su cauce hacia el espacio y por su llegada a las playas o su alejamiento para regresar una y otra vez con las estrellas reflejadas en su textura en las noches de lúcidas lunas plenas.
Dicen que el mar ha ayudado a enamorarse a infinidad de parejas en el mundo y eso es cierto, su vista en la compañía de la pareja escogida produce saltos grandes en el corazón y luces magníficas en nuestro espíritu. Siempre recuerdo y lo he citado muchas veces el verso de Helcías Martán Góngora de nuestra querida región del Pacífico: “Tú solo de la mar, niña a quien llamo ola para el naufragio de los besos, puerto de amor, ¿no sabes que te amo? Para que tú lo sepas te lo digo y pongo al mar inmenso por testigo”.
El mar contiene profundidades que son verdaderos abismos, pero tiene montañas y volcanes y en su interior esconde grandes secretos y misterios. Allá en lo profundo hay restos de batallas, armamentos, los grandes naufragios de la historia, basta recordar que el agua está presente en las dos terceras partes de la tierra y se afirma que entre su fauna aún no se ha logrado especificar todas las especies que puede contener.
Hay muchas leyendas sobre grandes olas que amenazaron cubrir poblaciones enteras y ahora con los movimientos de la tierra y temblores se desarrollan los Tsunamis que invaden y destrozan todo a su paso. Hay cantidad de organizaciones y entidades que no solo investigan la esencia y profundidades del mar, sino que velan por su protección ante avalanchas de basuras y la destrucción de muchas de sus especies. La energía del mar impulsa toda clase de vientos y huracanes que azotan diversas zonas en periodos señalados cada año. Pero estas furias de las fuerzas combinadas de la naturaleza parecen detenerse para siempre cuando la hermosa calma vuelve llega a un mar cálido y airoso en tardes serenas y tranquilas.
Hay muchas leyendas de inspiraciones mirando al mar. Hemingway se hipnotizaba ante su esplendor, le inspiró, el que para mí concepto es la más bella y profunda de sus obras “El viejo y el mar”.
Regresando a Cartagena su bahía es hermosa y aún más allá adornada por las grandes leyendas heroicas de sus jornadas de resistencia y valor. Sus murallas implican la gran fortaleza de defensa frente a deseos permanentes de asaltarla y robarle sus riquezas. Estuve desde sus murallas y de uno de sus Fuertes avistando a la lejanía e imaginando cuando brotaban impetuosas las embarcaciones de piratas y corsarios que alertaban de inmediato a todos los espíritus en defensa de sus predios y tesoros. Inolvidable esta Cartagena que con Popayán, han escrito las páginas más épicas de nuestra historia.
El encanto del mar
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