martes, julio 2, 2024
No menu items!
spot_img
InicioOPINIÓNPALOMA MUÑOZEl mito urbano de la mermelada

El mito urbano de la mermelada

En los paisajes de la política colombiana se ofrece un festín surrealista cuando términos inocentes como “mermelada” se convierten en sinónimos de corrupción y despilfarro. Este fenómeno merece una reflexión crítica.

Todo comenzó con una metáfora aparentemente inofensiva. El entonces ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri, comparó la redistribución de las regalías con “repartir la mermelada en un trozo de pan”, en un intento de ilustrar los beneficios de una reforma constitucional que buscaba distribuir los recursos públicos de manera equitativa en todo el país. Sin embargo, esta metáfora fue rápidamente cooptada por la oposición, transformándola en un símbolo de corrupción.

La evolución de la “mermelada” de una simple analogía a un término despectivo refleja una de las ironías más amargas de la política. Durante el primer mandato del presidente Juan Manuel Santos, la Unidad Nacional, formada por antiguos adversarios políticos, permitió la aprobación de reformas significativas y la implementación de los acuerdos de paz. Lo que podría haber sido celebrado como un logro político, se percibió como un acto de politiquería, alimentando la narrativa de la mermelada.

La analogía de Echeverri, concebida para promover la equidad, se convirtió en un arma de deslegitimación. La política, en su esencia, es el arte de lo posible, un ejercicio de negociación y representación. Invitar a partidos opositores a formar parte del gobierno y desarrollar sus propuestas no es sólo legítimo, sino esencial para una democracia funcional.

La retórica de la mermelada ha llevado a una parálisis legislativa y a la desconfianza generalizada en las instituciones. La corrupción y el clientelismo son males reales que deben ser combatidos, pero la demonización de los pactos políticos legítimos sólo socava la capacidad de gobernar de manera efectiva.

El mito de la mermelada, nos lleva a una reflexión sobre la naturaleza misma de la política y la narrativa que la rodea. La corrupción y el uso indebido de recursos públicos son inaceptables y deben ser combatidos. Sin embargo, es crucial diferenciar entre prácticas éticamente cuestionables y la legítima búsqueda de consensos políticos. Recuperar la confianza en el sistema político requiere transparencia y un diálogo honesto sobre los mecanismos de gobernabilidad.

La pregunta final sobre si persiste la mermelada, si siguen las mismas coimas y la corrupción, nos lleva a confrontar la realidad presente y futura de la política colombiana. La respuesta no es simple, pero el compromiso con la honestidad, la rendición de cuentas y la participación ciudadana son pasos fundamentales hacia un cambio verdadero y duradero.

La mermelada en la política colombiana, entonces, lejos de ser solo una metáfora culinaria, se ha convertido en un símbolo de las complejidades y desafíos de la gobernanza. En tiempos de crisis y desilusión, donde los caminos parecen llenos de obstáculos y peligros, es necesaria la claridad y la integridad en el discurso y la acción política para poder restaurar la confianza y llevar a un verdadero cambio.

DEJA TU COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Artículo anterior
Artículo siguiente
ARTICULOS RELACIONADOS

NOTAS DE INTERÉS

- Publicidad -spot_img

Comentarios recientes

Carlos Alberto Manrique Barrios en Colombia: Un País Festivo
Francisco samboni en Las formas de la adivinación
Diana Bolena Sánchez hoyos en Adán y la primera vez
César Augusto en Filosofía de los Afectos 7
Alvaro Diaz en Madre, en tu día
Fernando Acosta Riveros en Mujeres en el siglo XXI
El Liberal en Loro Orejiamarillo
ALVARO EFREN DIAZ SEDANO en Loro Orejiamarillo
David Fernando Fernández Montilla en Las araucarias mueren de pie
Carlos Alberto Manrique Barrios en Mesa de dialogo de la Cultura y el Turismo en Popayán
Fany bolaños en Majan