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El pecado se opone a la inmediatez de Dios

Por Jesús Fernando Vega Muñoz Pbro

En la exhortación apostólica post sinodal (Recontiliatio et paenitentia de Juan Pablo II). “Reconoce el propio pecado, es más, yendo aún más a fondo en la consideración de la propia personalidad, reconoce pecador, capaz de pecado, es el principio indispensable para volver a Dios.” A muchas personas les da pena reconocerse pecador, hay muchas cosas en las cuales se piensa en que lo que se hizo no es pecado, que las ve bien, pero la verdad no es ésta, Jesús vino a librarnos de la esclavitud de pecado, a hacernos libres, a limpiar nuestra alma.

“Sentirse uno limpio es sentir una experiencia de Dios”, por eso desde el principio, la condición del hombre se sitúa bajo el signo de esperanza. Es Dios quien toma la iniciativa de la reconciliación, la bondad de Dios es más fuerte que toda la maldad del hombre; por eso siente su acción renovadora así no lo vea.

¿Qué es el pecado?

El pecado es la condición humana esencial que reclama la labor redentora de Cristo, quien por su acción misericordiosa nos perdona. El pecado es la violación de una ley de Dios, aquí no se trata tanto de no cumplir una norma, sino de una actitud de oposición a Dios como autor de la ley.

Y ¿Qué es la ley?

“la ley no es una norma impuesta desde el exterior, que frena o limita la libertad huata, sino ante todo, y más radicalmente, una dimensión que estructura al ser humano en sí mismo y que orienta y estimula su desarrollo” . Entonces, violar la ley, es oponerse a la orientación de la propia persona hacia el bien.

El pecado es la ofensa a Dios, completamente, en las tres divinas personas, o sea Padre, Hijo y Espíritu Santo, por eso todos nos debemos convertir en hijos del Padre al estilo de Jesús, quien cumplió la voluntad del Padre.

Si se está con Dios no se debe temer al maligno, a medida en que se tenga una verdadera experiencia de Dios se podrá llamarlo “Abba” es decir Padre, Papacito, ese que es un lenguaje familiar, querido por todos, que hace sentir seguridad ante cualquier situación difícil en que se encuentre. Es Jesús quien hace llamar a Dios Padre y lo hace enseñando a los discípulos el (Padre nuestro).

El pecado está presente en el acontecer diario del ser humano, y él es el único con la ayuda de Dios que puede hacerle el quite a eso que le atormenta y que lo puede o lo hace caer. Por eso como Jesús lo hizo o sea hay que orar cada momento para no caer en la tentación, dejando que Dios Trino sea quien me guíe por el buen camino hasta llegar a la felicidad completa que es lo que todos buscamos dejando que se haga su voluntad, sin quererlo manipular

Jesús mando a sus discípulos a perdonar los pecados a todas las gentes y siempre que lo hagan sea en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Jesús, demuestra una ternura sin límites, especialmente con los más pequeños, humildes y marginados; perdona sus pecados y come con ellos, mostrando con estos gestos y con su palabra la intimidad misma de Dios. Él actúa así, porque así mismo es Dios. De esta forma, el Hijo revela al Padre: “Mi Padre y yo somos una misma cosa”. “El que me ve, ve al Padre” . El Espíritu, el Consolador, el Abogado, el Espíritu de la verdad, que procede y es enviado del Padre. Es este Espíritu de Dios el que se derrama de forma palpable y efectiva sobre los Apóstoles y la naciente Iglesia que es enviada para perdonar todos los pecados y a anunciar la Buena nueva del Señor.

Yo con mi libertad puedo decidir qué es lo bueno o malo, o decidir hacer lo bueno o lo mal porque hay libertad. Si tengo algún pecado grave, por éste se puede disminuir la libertad, lo mismo puede pasar con las personas que tienen un vicio, aquí su libertad está disminuida porque la persona que tiene un vicio tiene que nutrir ese vicio para no sentirse mal o por ejemplo una persona está con cierto pecado y no lo pude dejar porque se presentara cosas que quizá lo quieran hacer caer y aquí es donde uno debe actuar en no dejarse vencer por eso que se presenta, si el pecado vence, entonces se opone a la inmediatez de Dios.

En este día del Buen Pastor vemos a Jesus que dice: “Yo soy el Buen Pastor, el buen pastor da la vida por sus ovejas… Jn 10, 11ss” Para cuantos nos encontremos en pecado, perdidos, sin saber qué hacer, Dios sigue diciendo. Ven a mí, no tengas miedo que yo te protegeré de ese mal que te espía. Él nunca nos abandonara por eso estemos alegres.

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