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En el Día del Maestro

Por CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com –

Hoy 15 de mayo se celebra el Día del Maestro. En un país como el nuestro, donde en muchas ocasiones todo parece oscuridad, resulta justo y oportuno enaltecer el trabajo serio y responsable de estos abnegados servidores públicos, que en todas las zonas de la vasta y compleja geografía nacional construyen con empeño el futuro y la esperanza. El esfuerzo diario de miles de hombres y mujeres que no obstante sus angustias, frustraciones y temores desempeñan con decoro el más noble de los oficios.

Con los maestros siempre se contrae una deuda inmensa que nunca se termina de pagar. No se olvida a aquellos seres humanos que con entusiasmo, con paciencia y con amor contribuyen a forjar la personalidad de quienes educan y preparan para afrontar los retos y las responsabilidades de la vida.

Es difícil olvidar a los maestros en todos los niveles del proceso educativo. Siempre habrá maestros y maestras para recordar con el mismo ímpetu con el que nos enseñaron. Los maestros más recordados son aquellos autoexigentes y exigentes. Aquellos que sin egoísmo comparten, sus experiencias pedagógicas, sus conocimientos y que además, participan como verdaderos guías y compañeros. Difícil olvidar a aquellos maestros que hacen del error la más valiosa oportunidad para hacer parir el conocimiento.

Difícil olvidar maestros que nunca esperan medir las debilidades para apabullar y/o ridiculizar a los estudiantes. Por el contrario, cada debilidad la racionalizan para hacer de ella un ejercicio de superación personal.

Los buenos maestros educan con el ejemplo, son consecuentes entre lo que dicen y hacen. Evalúan integralmente y no se limitan a un solo examen. Son facilitadores y no facilistas. Blandos pero no blandengues. Permisivos pero no aguantones. Para evitar los extremos acogen el término medio recomendado por la ética aristotélica. Son conscientes de que el respeto se gana y no se deriva del temor que producen en los educandos.

El vasto conocimiento que tienen lo cultivan y transmite con sencillez y sin arrogancia. Por el contrario, aprovechan toda oportunidad para acercarse a sus discípulos y encaminar con ellos la ruta del saber. Enseñan pero también aprenden del estudiantado.

Por eso y por muchas cosas más, es importante resaltar permanentemente la labor de los maestros. Y no circunscribir el enaltecimiento de su noble misión a un día del año. El Estado y la sociedad se mantienen en deuda con los maestros. La gran mayoría vive comprometida con la sociedad y con la construcción de país y de futuro.

Es triste reconocerlo, pero desde cualquier modalidad de la enseñanza, ni psíquica ni materialmente a los maestros se les compensa justamente. De ahí que no pocas personas sostienen que la profesión de maestro es la que recibe mayor ingratitud. El Estado y la misma sociedad olvidan que reivindicar a los maestros es reivindicar a la educación y a la misma sociedad.

Contrasta mucho el compromiso de maestros y maestras con el trato de tercera que el Estado y la sociedad consuetudinariamente les ofrece. En no pocas ocasiones, Estado, sociedad y medios de comunicación, sólo se acuerdan de los maestros para vilipendiar su meritoria labor. Sobre todo cuando los educadores se ven presionados a hacer paros, al luchar entre otras cosas, por la no privatización de la educación, por un modelo económico justo e incluyente, porque se respete el derecho fundamental a la vida, por el derecho a la salud y por qué no decirlo, por unas condiciones laborales que les permita superar sus injustos salarios.

En realidad, a pesar de algunos avances, frutos de las continuas presiones del magisterio, hasta el momento, no hay verdaderas políticas públicas que vislumbren cambios sustanciales en la situación de los maestros. Resulta irónico tener que reconocer que por la acción de los maestros, surgen nuestros dirigentes y gobernantes, no obstante debido a la indiferencia de dirigentes y gobernantes, los maestros parecen seguir condenados a la desatención y al olvido. Esto hace imprescindible una reforma educativa que democratice la educación y que a la vez reconozca la meritoria labor de los docentes.

Por falta de incentivos de toda índole, encontramos que cada vez es más frecuente que haya menos personas que quieran dedicarse a la docencia, cada vez es menos posible que se reclute a los mejores porque el Estado no les facilita los medios para acceder a una educación con calidad, etc. Es cierto que un país que demerita la importancia de los maestros, es un país con vocación suicida.

Que el Día del Maestro sirva entonces, para reconocer la labor de miles de hombres y mujeres que como seres humanos viven los dramas y tragedias del país. Y no obstante, se empeñan en preparar a la gente del futuro para bien de toda la sociedad.

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