Por Rodrigo Solarte – rodrigosolarte27@gmail.com
Columnas de opinión caucana y semanal como esta, asume la transitoriedad con visión humana, profesional y ciudadana comprometida con la niñez y juventud con el presente y esperanza de un futuro diferente para ellas y ellos.
Las complejidades explican parcialmente las encrucijadas mentales para la toma de decisiones tanto personales, como familiares, comunitarias y colectivas, implícitas en lo humano y político.
Larga será la transición histórica entre las corrupciones, violencias, abordaje de los conflictos por seres humanos en armas, y el cumplimiento de los Acuerdos logrados para la transformación o cambio de los condicionantes mentales y estructurales de la sociedad, facilitadores de la convivencia humana.
La niñez con su inocencia, nacida en contextos de conflicto violento, sufre las consecuencias físicas, mentales y espirituales que afectarán proporcionalmente el proceso vital o crecimiento y desarrollo integral.
Culturalmente los mayores hemos vivido de diferentes maneras este más de medio siglo del conflicto armado colombiano, y nos impresiona su continuidad en departamentos como El Cauca y los Acuerdos dialógicos del Gobierno del Cambio en Nariño que con los actores coinciden para aplicar progresiva y estructuralmente recursos y talentos para el proceso pacificador de conciencias.
Las encrucijadas mentales de los gobernantes con sus grupos o equipos de trabajo y electores, pensadas con el optimismo de la autocrítica necesaria para estos tiempos de cambios necesarios, hacen parte de la transición histórica hacia el Estado social de derechos ya orientado desde la Constitución de 1991.
En esa encrucijada nos incluimos las madres, padres, abuelos y quienes conformen la familia nuclear y extensa de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, tan influidos hoy por la virtualidad con las plataformas y redes sociales e incluso la llamada Inteligencia artificial, que irresponsablemente aprovechadas profundizarían las encrucijadas acumuladas.
La lucha organizada desde tales ansiedades en defensa y protección de la vida de las actuales generaciones, tiene historia milenaria de los diferentes procesos ancestrales, comunitarios y multiculturales buscando la unidad necesaria de tal diversidad para poder encontrar justicia a los derechos humanos y territoriales que por dignidad los motiva y moviliza.
El cambio de las corrupciones y violencias como medio de ingresos económicos, por el estudio y el trabajo productivo justamente remunerado, propicia mentalmente humanización de valores formativos. Por ello la necesidad de reformas y oportunidades para tener experiencias diferentes, desde la usura hasta lo que llamamos ¨ gota gota¨ como rebusque para unos y enriquecimiento fácil para otros.
La actual encrucijada caucana con su larga historia de luchas por la tierra, crónico feudalismo, débil sentido de pertenencia por las dirigencias tradicionales e insolidaridad estructurada por el egoísmo con privatización de lo público, nos exige mayor claridad del donde estamos como comunidades y sociedad y los retos que implica la necesidad de cambiar estas condiciones de vida invivible en los campos y poblaciones.
La Oposición armada, parlamentaria, infiltrada con la corrupción acostumbrada, tiene al frente un pueblo que ha despertado con la resiliencia adquirida, deseoso y necesitado de la justicia a todos los niveles de la estructura estatal, defensor y comprometido con el Gobierno Popular que los representa, estimula y facilita su real participación, disminuyendo las encrucijadas mentales por consiguiente, y aprendiendo a gobernarse y gobernar en el complejo planeta y humanidad, urgentemente necesitados de la paz real para no continuar exterminándonos como seres humanos autores de nuestro propio holocausto.
