Quiero compartirles la experiencia que viví cuando entrevisté para el periódico El Nuevo Liberal a un gestor de paz, quien fue un guerrillero y estuvo 20 años preso en la cárcel y ahora se encuentra en una aparente libertad mientras se adelantan los diálogos de paz en el proceso que están construyendo con los delegados del gobierno, él dentro de los delegados representantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la participación de las comunidades y organizaciones sociales que han venido siendo afectados con esta guerra inútil y dolorosa. Ahí pude percibir las diferentes perspectivas que constituyen ese espacio en el cual los autores de la paz no sólo hacen propio su compromiso, sino que brindan posibilidades al ser escuchados haciendo su contribución a ese proceso de paz tan anhelado y que se pueda llegar al gran acuerdo nacional que será el 25 de mayo.
El relato que les comparto sobre esta experiencia en las mesas de diálogo del proceso de paz con el ELN es revelador y nos invita a reflexionar sobre diversos aspectos relacionados con la construcción de la paz y la transformación de los conflictos armados.
En primer lugar, es importante destacar el contraste entre el pasado de violencia armada y el presente de búsqueda de paz por parte de aquellos que anteriormente estuvieron involucrados en el conflicto. El encuentro con el antiguo guerrillero, ahora gestor de paz, revela la complejidad de las motivaciones y las transformaciones individuales en el contexto de un proceso de paz.
La historia personal del exguerrillero, su experiencia de encarcelamiento y su compromiso con la paz, nos muestra la dimensión humana detrás de las decisiones políticas y militares. Su afirmación de creer en una salida política para resolver las transformaciones generadas por el conflicto es esencial. Demuestra una disposición de compromiso hacia la reconciliación y la búsqueda de soluciones pacíficas.
Por otro lado, el temor inicial, no niego que lo tuve, las percepciones y las emociones encontradas que pueden surgir al enfrentarse con personas que han participado en acciones violentas. Este temor se transforma en comprensión a medida que uno escucha la narrativa y los motivos detrás de las decisiones tomadas. Puedo parecer ingenua, pero percibí su humanidad. Es de carne y hueso, con sus sueños, sus convicciones, sus contradicciones y sus errores, así lo sentí. Es un ser humano y no esa monstruosidad como nos los pintan y que han tratado de mostrarnos. Un colombiano más que le apuesta a la paz como muchos en este país.
La afirmación de mi interlocutor sobre la importancia de que la gente merece la paz resalta el impacto directo que tienen los conflictos armados en las comunidades y la necesidad urgente de encontrar soluciones sostenibles.
En resumidas cuentas, mi experiencia ofrece una ventana hacia las complejidades del proceso de paz, destacando la importancia de escuchar y comprender las múltiples perspectivas involucradas. La transformación personal y política de aquellos que han estado en el corazón del conflicto nos recuerda que la paz es un proceso continuo que requiere compromiso, valentía, capacidad de escucha y confianza para superar los legados de violencia y construir un futuro más justo y pacífico para todos.
