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Espectáculo mediático

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Por Alejandro Mina Zapata

La reciente culminación del programa La Casa de los Famosos deja en evidencia la propensión de la sociedad actual al espectáculo. Las redes sociales se inundan de diferentes videos de apoyo a ciertos personajes que desatan un animo colectivo particular. Esto es interesante porque no se ve solamente en los programas de farándula o de entretenimiento; las recientes declaraciones del exdirector de la UNGRD sobre la corrupción dentro de la entidad, dejan de manifiesto que tanto para los medios como para él es más importante el mostrarse, el hacer ruido y el mismo espectáculo que la búsqueda de la verdad y la restauración de las personas.

Guy Debord fue un filósofo, escritor y cineasta francés del siglo XX que escribió un libro titulado: la sociedad del espectáculo. En él, de manera metafórica habla acerca de cómo en la sociedad capitalista de consumo se emplean recursos para la creación y la expansión de nuevas y crecientes necesidades. Para este autor, el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediada por imágenes. Las personas hemos dejado de relacionarnos con realidades, para pasar a hacerlo como representación de las mismas; el ser por el parecer impera cada vez más.

A menudo las conversaciones entre personas se reducen a frívolas conversaciones donde los argumentos son los mismos que otros han expuesto, o sobre situaciones vividas (muchas veces artificialmente) por quienes están en la cumbre de la sociedad del espectáculo, para Debord eran los actores y actrices, pero en la actualidad serían los denominados influencers.

La vida ahora está mediada por lo que otros ven o cómo reaccionan a nuestra propia vida a través de lo que publicamos, las aspiraciones se crean no como una forma de realización personal e individual, sino como un modo de alcanzar una vida que otros han publicado en sus redes. La exposición de nuestra vida o de la vida de otros, hace que este o aquel sea más interesante o atractivo, lo que implica que las realidades se unan y no haya una diferencia entre lo que se ve y lo que se y lo que se es.

Nos hemos vuelto esclavos de nuestra imagen y de la de los demás, la incapacidad de buscar una realidad con sentido, nos conduce a construir una imagen de la realidad adulterada y estática que vivimos y que nos venden a través de lo que vemos, escuchamos y nos relacionamos.

La artificialidad de nuestra vida se gesta en la plasticidad de las relaciones que vivimos y en el deseo de ser como aquello que nos venden, que está totalmente alejado y adulterado de lo que es la vida real. Hay que ser y dejar de parecer, buscar los propios objetivos y abandonar la idealización de lo que viven los demás. Debemos dejar de ser esclavos de la inmediatez y a vivir la propia vida sin necesidad de pensar que se tiene que vivir mejor que el otro, separando lo privado e íntimo de lo público.

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