Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
Para Claudia Patricia.
En el mundo contemporáneo nadie sabe y nadie quiere saber del significado e importancia del sacrificio. En un mundo en donde el entretenimiento de baja calidad se ha convertido en el nuevo sistema de control social, pensar en la posibilidad de la anulación del placer inmediato es absurdo. Dicho entretenimiento tiene la capacidad de transformar el sistema integral de la sensibilidad y el pensamiento, de manera que los individuos se pueden dominar por formas bajas del sentir y del pensar.
¿Cómo tener consciencia del sacrificio, en un mundo en el que se impone y afirma continuamente el “poder del ahora”? Hay que afirmar que el tal “poder del ahora”, es una transformación de sentido de bajo nivel de la “atención plena”, que afirma el Budismo. El primero es una forma de estupidización de los individuos en lo inmediato; la segunda es la apertura hacia una consciencia superior.
Pero, ¿qué es el sacrificio? Es la anulación y renuncia de algo fundamental de sí mismo, para poder acceder a un nivel superior de realidad y consciencia. Los más grandes logros individuales y de la humanidad, han sido posibles sólo por la acción de un sacrificio voluntario.
El filósofo Slöterdijk afirma que no hay religiones, sino ejercicios de sí mismo. Nosotros podemos afirmar que no hay ejercicios de sí, sino sacrificios conscientes.
Pero Nietzsche también puede afirmar que todo sacrificio implica un goce de sí mismo. Sabemos que la experiencia de lo “trágico” consiste en la perfecta unión de lo apolíneo y lo dionisíaco. Lo primero es la afirmación de la forma, lo segundo de la anulación de sí mismo. El héroe trágico es aquel que expresa en formas bellas y perfectas al caos absoluto. Hay un goce infinito en el poder crear una danza armónica con el caos.
Considero que ese es el sentido del “sepukku” o suicidio ritual del escritor japonés Yukio Mishima. Como se sabe, el escritor realizó el ritual como forma de protesta ante el derrocamiento del Emperador y de la entrada de Japón a la nueva economía y sociedad global, lo que implicaba una pérdida de los valores japoneses tradicionales. Y tenía razón: en Japón actual, el número de suicidios es alarmante. Y no por “seppuku” o por honor, sino por una pérdida del sentido de la vida.
Sin sacrificio no es posible una transformación evolutiva integral. En su cuento “El ruiseñor y la rosa”, Oscar Wilde escenifica el verdadero significado del amor: dar lo mejor de sí mismo, para que otro pueda acceder a una vida superior. No importa que al final arrojen la rosa al suelo, para que sea pisoteada. Por eso el psicoanalista Jacques Lacan afirmó: amar es dar lo que no tenemos, a quien no lo quiere recibir. Pero, ¿por qué? Porque el acto de sacrificio que consiste en dar lo mejor de sí, hace posible una auténtica transformación integral de quien realiza la acción sacrificial. El amante es la auténtica Ave Fénix, que trasciende de su propia aniquilación.
En “El libro de horas” del poeta Reiner María Rilke, hay un hermoso poema que dice: “Dios habla a cada uno sólo antes de crearlo” y después se aleja; pero ¿qué nos dice Dios? Nos dice algo especial, y es: “Deja que todo te suceda: Terror y belleza”. Pero inmediatamente Dios afirma: “No te dejes separar de mí”. El acto creador de Dios, es el mayor acto de sacrificio, porque es la mayor apuesta: crea al ser humano, se desprende de él, lo deja a su albedrío, pero le pide que nunca se vaya a perder. Dios lo arriesga todo en su creación.
Una poética del sacrificio, consiste en diseñar un mapa de las caídas necesarias. De esas caídas que nos pulen y nos preparan para nuevos horizontes.
¡Gracias!
