miércoles, junio 26, 2024
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¡Hacia dónde vamos!

Por HORACIO DORADO GÓMEZ – horaciodorado@hotmail.com

En forma de telegrama, voy a contar cuáles son los desafíos. Colombia arde y las charreteras con soles no fulguran; en tanto que, fusiles de la subversión y, bocas de la polarización política escupen llamas. Contradicciones, egoísmo, soberbia, codicia, envidia, armas, ignorancia, hambre, drogas, injusticia, secuestros, bloqueos. Estamos acabando con el futuro del planeta, con la naturaleza y con la especie humana. Utilizamos un lenguaje para ejercer, la dominación o liberación, pero no la conciliación. Reina la confusión en el campo mediático, como arma devastadora. Garroteamos nuestra lengua madre, invirtiendo el sentido de las palabras con tratamiento hipócrita, para ofender a todo el mundo. Todo está en los medios de comunicación, pero, los lectores no se enteran, pareciera que están bastante despistados. Un periodismo asociado para enseñar los dientes. Informaciones instantáneas, para resaltar solo las malas noticias.

Fusiles activados por grupos armados crecen ante la mirada absorta de un Estado impotente. La infelicidad de Caín y Abel, se repite entre pueblos, clases y países. No bastaron dos guerras mundiales del siglo pasado para tomar escarmiento. Violencia, salvajismo, incultura, acompañan a la sociedad. Desde siempre, el racismo ronda la política. Las mentes más brillantes del mundo juegan al conflicto armado y a su trágico final. El mundo globalizado se volvió pequeño, las distancias no son problema. La ciencia y la tecnología no estudian las enfermedades, crean los virus y ahora quieren reemplazar al humano con Inteligencia Artificial. Con inventos, las sociedades no crecen, se enriquecen, lo importante es el estiércol del diablo. El afán es crecer con riquezas nada santas. Comprar, consumir, engordar patrimonios, divertirse, alucinarse con alcohol o con drogas de toda clase, en todas las clases sociales. La codicia conlleva a ganar, aunque otros pierdan; vencer el poder para poder. No importa cuántos queden muertos en el campo; no conmueve el dolor, la frustración, las injusticias, los genocidios, las corrupciones, las coimas, la impunidad, los negocios turbios, las usuras, el terrorismo económico envilece la pobreza, la trampa electoral, se impone. Lo importante es el triunfo a como dé lugar. El status, el club, el último automóvil, la cuenta bancaria, los dividendos, la bolsa, la propaganda, la imagen, aunque sea pura ficción. El mundo plástico, tarjetas, modas, celular, dan posición social a los individuos. La cultura LGTBIQ+ acabó con el abecedario.

Saber, poco importa, influencias políticas, lo fatuo, la vulgaridad, la hostilidad agresiva, la alienación frustrante. Las ideas se combaten con publicidad y dinero. El dogmatismo no admite opiniones. A pesar de tener un solo Dios, hermanos en la fe, se enemistan por territorios, por rutas, por creencias, jerarquías, y dinero. Ricos contra pobres, orientales contra occidentales; etnias entre sí; jóvenes contra viejos. Vivimos en la época del maltrato y, en cada región en forma diferente. Cada quien, con su verdad, con su esperanza o fatalismo. Ejercemos la insatisfacción de conciencia: ningún gobernante, ni blanco, ni indio, ni negro. Nada ni nadie nos satisface. No sabemos compartir el aire, la belleza, la paz, la amistad, la solidaridad. Los pedagogos, los sociólogos, los antropólogos, los psicólogos y los poetas lo saben, pero nada más. Los periodistas publican a su amaño. Los religiosos predican, pero no aplican, los políticos innovan su demagogia barata.

Vivimos en selvas de concreto, en el mar de la incertidumbre, en la intranquilidad del anciano, en la violación de los niños, el crimen intrafamiliar, el acoso sexual, el olvido del artista, el mal pago del obrero, el silencio de la iglesia.

De nada vale la sabiduría para ser mejores, para compartir con todos esos conocimientos, para servir a la sociedad, al prójimo, a la patria. Sin Dios ni ley. Títulos comprados, ya no son herramienta para llegar a ser alguien en la sociedad. La familia, la escuela, la sociedad y los medios de comunicación social masivos ya no son vehículos para el buen camino. La familia, la cultura, las escuelas el arte y la ciencia, deberían valer, no para explotar, sino para servir. Colombia tiene una multiplicidad de crisis que se alimentan mutuamente. ¡No hay con quien!

Civilidad: Lo que está pasando hoy, con vueltas y revueltas, cada día somos más y no más.

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