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Jesús el pan de vida para la humanidad

Por Jesús Fernando Vega Muñoz. Pbro

El milagro de los panes y los peces está registrado en los cuatro “Evangelios” (Mt. 14:13-21; Mc. 6:30-44; Lc. 9:10-17; Jn 6:1-14) Es un milagro clave, de suma importancia. Léase con cuidado Mc. 6:51, 52, “Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones”. Esto indica que esta señal tenía y tiene mucho significado. También es de mucha importancia porque es el trasfondo del discurso sobre el pan de vida (6:25-59).

El capítulo 6 del evangelio de Juan es evocado especialmente por el discurso de Jesús sobre el pan de vida (vv. 26-58), y sobre todo por el fragmento relacionalmente más tardío de los vv. 53-58 al que, tomado fuera del contexto presente, se le da sólo un contenido “eucarístico”. Este largo discurso empero no se entiende sin el conjunto de episodios iniciados por la ubicación geográfica (1-4), y continuados por la multiplicación de los panes (5-15), la caminata sobre el mar (22-25), y la búsqueda de Jesús (16-21), para redondear con la discusión de éste con algunos discípulos. (59-66) y la confesión de Pedro (67-71). La fórmula “después de esto” de 6:1 y 7:1, indica que el capítulo entero forma una unidad independiente de los relatos contiguos.

El milagro de los panes y los peces está registrado en los cuatro “Evangelios” (Mt. 14:13-21; Mc. 6:30-44; Lc. 9:10-17; Jn 6:1-14). Es un milagro clave, de suma importancia.

Jesús no contesta con palabras sino con hechos: multiplica los pocos panes y peces, sacia a la multitud de cinco mil y todavía se recogen doce canastas de lo que sobró (vv. 12s). Como para señalar que las dudas no eran fundadas. Estas, sin embargo, ocupan un espacio textual de consideración (cuatro versículos sobre once), y el inicial, haciendo del resto una reacción al planteo de los tres actores del relato.

El capítulo 6 del Evangelio de Juan es uno de los textos que nos permite hacer una lectura del evangelio completo en clave de comida. ¿Por qué esto? Sencillamente porque, es en las comidas, en la mesa, en donde se hace comunidad. Allí, en el momento en que se parte el pan, todos nos tornamos iguales, nos alimentamos del mismo plato, así como nos compartimos lo cotidiano, los esfuerzos y preocupaciones que llevamos.

En Jn. 6: 12 Jesús ordena recoger los trozos de pan sobrantes “para que nada se pierda”; de allí se llenan doce canastas (v. 13). ¿Por qué una orden de Jesús? ¿Por qué la expresión “para que nada se pierda” (ambos elementos ausentes de la tradición sinóptica)? Hay que remitirse nuevamente a la narración del maná para entender este lenguaje. EI verbo “se saciaron” (v. 12a) se encuentra asimismo en Ex. 16:3 como sustantivo, “hasta la saciedad”), aunque aquí se refiere a la carne y al pan que los israelitas comían en Egipto. Es preferible ver en el acto solicitado por Jesús una equivalencia con la orden de Yavé transmitida por Moisés de recoger una medida de maná como memoria futura de que “os alimenté en el desierto cuando os saqué del país de Egipto” (v. 32; en una forma más cultual, vv. 33-34). Las doce canastas (como las doce piedras transportadas del Jordán cuando su travesía, ver Jos. 4) serán una señal, para el nuevo Israel, del gesto de bondad hecho por Jesús. Si esto es así, están nuevamente en paralelo Moisés y Jesús en el marco de la tradición del maná del desierto.

En Jn. 6 se usa cuatro veces la fórmula “al otro lado del mar” (vv.1.l7.22.25). Se trata del mar de Galilea o lago de Tiberíades (v. 1). Jesús lo cruza, parece que hacia la ciudad de Tiberíades (v. 2): luego sube a la montaña (v. 3). Desde allí pronunciará su discurso sobre el pan de vida. Consideradas en conjunto estas asociaciones literarias, parecen sugerir que el Jesús que domina las aguas caminando sobre el mar reedita el gesto de Moisés (de Yavé en realidad) de hacer pasar el mar a los hijos de Israel. La tradición de la tempestad calmada impide un paralelo más exacto, no obstante, no es la concordancia lo que importa, sino la apropiación del acontecimiento antiguo: el protagonismo de Moisés (con Yavé) es ahora el de Jesús (identificado a Yavé por el “yo soy”). De cualquier manera, lo que permite estas asociaciones es el motivo de la travesía del mar, recordado cuatro veces.

La cuestión central en la exposición de Juan es el misterio de la persona de Jesús: Él es el Logos, la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14), el Hombre-Dios que ha venido del Padre y a Él reforma (Jn 3,13;13,1;16,18). En Jesús queda realizado el proyecto de Dios-Creador sobre el ser humano (Jn 19,30). En Él se hace patente el amor leal, sin límite y sin regateos, de Dios por la humanidad.

En la última cena Jesús entrega su cuerpo y su sangre mediante el pan y el vino para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito.

El Pan de Vida llega hasta nosotros, por eso, la Eucaristía, actualiza la alianza que nos santifica, es la fuerza para nosotros los débiles, para los pecadores.

Así se ofrece como el alimento de los pobres, a los que el Señor destinó en primer lugar su cercanía.

Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar…

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