sábado, junio 29, 2024
No menu items!
spot_img
InicioCOLUMNISTASCarlos E. Cañar SarriaLa naturaleza de la política

La naturaleza de la política

Por CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com

Los sistemas y regímenes políticos modernos giran en torno a la conquista, ejercicio y mantenimiento del poder público. Exigen relaciones sociales entre actores que hacen parte directa del campo político y entre éstos y el conjunto de la sociedad. En estas relaciones es donde operan la política y lo político. La política entendida como el conjunto de relaciones y prácticas sociales dirigidas a conquistar, ejercer y mantener el poder. A lo político corresponden las mediciones, los logros e imposibilidades del ejercicio del poder político, es decir, las consecuencias o efectos del poder en la comunidad. En lo político se experimenta o no lo público, donde se detecta o no la legitimidad del poder.

Mediante el análisis político se piensa el Estado y la sociedad; conlleva la importancia de recurrir a la observación empírica, por ejemplo, a las encuestas y entrevistas, que no obstante tener ciertas actitudes de manipulación, permiten servir de termómetros en circunstancias especiales, como sucede en los procesos electorales en las democracias modernas.

Estudiosos de la ciencia política coinciden en afirmar que la naturaleza del poder sólo se puede concebir mediante la relación entre la violencia y el consenso. El poder no es otra cosa que el dominio de unos sobre otros; los primeros imponen su voluntad y los segundos obedecen. Por muy legítimos que sean, por más aceptación, por más consenso que posean quienes ejercen el poder, no les faltarán oportunidades de recurrencia a la fuerza y a la violencia.

Bertrand Jouvenel, entre los autores modernos de corte conservador, enfatiza que por una parte está el consenso y la legitimidad y por otra, la fuerza, pero en últimas, es la fuerza la que está primero y posteriormente llega la legitimidad y el consenso.

El sociólogo Max Weber estipula tres tipos de poder. El primero es el poder tradicional, basado en las tradiciones de la comunidad y su vigencia; el segundo, el poder carismático, fundamentado en los atributos sobresalientes del líder y, tercero, el poder legal, basado en el respeto y vigencia de las leyes. Para Weber, de estas tres formas históricas de legitimidad, el poder legal representa la modernidad política. Y en este sentido, hace coincidir la legalidad con la legitimidad. Sin embargo, pensamos- a diferencia de Weber-que la legalidad y la legitimidad no son categorías equivalentes, pues no toda legitimidad es legal ni toda legalidad es legítima.

Un Congreso, por ejemplo, puede ser legal pero no legítimo. La legitimidad se mide no en el número de votos logrados en los procesos electorales sino en la capacidad de gestión y de acción de los congresistas. Si un país mayoritariamente está satisfecho con el Congreso que posee, indudablemente es legítimo. De lo contrario sólo puede ser legal y en el peor de los casos, ni lo uno ni lo otro.

Política e intereses es lo que indica el espectro político en todas partes. En esto la condición humana es algo que deja muchas incertidumbres y sinsabores. Maquiavelo, el padre de la ciencia política moderna, se refiere en términos desobligantes sobre la condición humana: voluble, interesada, ansiosa de ganancias, hipócrita, disimulada, etc. Quienes han atravesado por los avatares de la política han podido constatar la estrecha relación entre el poder y la soledad. Cierto es que la mayor parte del tiempo la gente está más preocupada por las recompensas que por los sacrificios. Los deseos y necesidades deben estar en continua correspondencia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones y circunstancias, tanto gobernantes como gobernados pueden desear lo que no necesitan o necesitar lo que no desean.

Muy difícil resulta evidenciar respaldos incondicionales de parte de gobernados y obras desinteresadas por parte de gobernantes. Kant, no cree en acciones humanas desinteresadas. Esto se presenta pocas veces. El tendero que se preocupa por vender productos de buena calidad y a buen precio, no es porque en sí le interese el bienestar de los demás, sino que al hacerlo, logra más clientela y mayores y mejores ganancias.

Las anteriores consideraciones relacionadas con la filosofía política, valen la pena tenerlas en cuenta a propósito épocas electorales, donde no falta el proselitismo promesero, clientelista y demagógico, que enturbia la conciencia de los pueblos, impidiéndoles actuar con ética y responsabilidad. El cinismo político cunde en todas partes y hay que estar alerta a la hora de decidir el voto. Hay que velar por contribuir a construir los cambios que nuestra sociedad necesita. Y no prestarnos inconsistentes e irracionalmente a seguir respaldando personajes ajenos a los intereses colectivos.

Jamás podremos lograr un buen gobierno sin una comunidad erigida como pueblo consciente, que sabe para dónde va, que piense y actúe por sí mismo; en otros términos, sin sociedad civil, tan esquiva pero necesaria en un país como Colombia.

DEJA TU COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

ARTICULOS RELACIONADOS

NOTAS DE INTERÉS

- Publicidad -spot_img

Comentarios recientes

Diana Bolena Sánchez hoyos en Adán y la primera vez
César Augusto en Filosofía de los Afectos 7
Alvaro Diaz en Madre, en tu día
Fernando Acosta Riveros en Mujeres en el siglo XXI
El Liberal en Loro Orejiamarillo
ALVARO EFREN DIAZ SEDANO en Loro Orejiamarillo
David Fernando Fernández Montilla en Las araucarias mueren de pie
Carlos Alberto Manrique Barrios en Mesa de dialogo de la Cultura y el Turismo en Popayán
Fany bolaños en Majan