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La vida ejercitante de la existencia humana

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Por Luis Guillermo Jaramillo Echeverri – Universidad del Cauca

Palabras de apertura en el Congreso Internacional de

Educación Física, Fisioterapia y Deporte.

Junio 5 y 6 de 2024. Casa de la Moneda – Popayán.

En 1990 se estrenó la película de ciencia ficción Volver al Futuro III del director Robert Zemeckis. En esta se cuenta cómo los protagonistas –Marty Mcfly y el Doctor Emmett Brown, llamado también el Doc– retroceden al año 1885, época del oeste salvaje. Un tiempo de incipiente tecnología; los únicos medios de transporte son la locomotora y los carruajes tirados por caballos. En una de las escenas el Doc está en una taberna contando a unos vaqueros sobre el futuro; les dice que allí “no necesitarán caballos pues habrá vehículos motorizados llamados automóviles”. Uno de ellos responde: “si todo el mundo tendrá de esos automóviles o lo que sea, entonces ya nadie va a correr o caminar”. Ante esto, aclara el Doc: “¡claro que van a correr!, pero por recreación, diversión”. Otro le contesta en tono de burla: “¡correr por diversión!… ¿qué clase de diversión es esa?”. Todos ríen sin comprender las palabras que describen lo que vivimos dos siglos después: hoy tenemos más y mejores medios de transporte y, aún así, las personas se mueven y se ejercitan más, cuentan con mayores condiciones y con propósitos que trascienden el desplazamiento para ejecutar una labor.

Peter Sloterdijk en su libro Muerte aparente en el pensar: sobre la filosofía y la ciencia como ejercicio (2013), nos desafía a considerar “la teoría como forma de vida ejercitante”. Con ello relaciona y da un nuevo sentido a dos términos que en apariencia se contraponen: teoría y ejercicio. De este modo dota el pensar de actividad ejercitante, a la vez que advierte que toda actividad es un pensar, contrario a la idea antagónica de creer que toda teoría es un asunto “de abstracciones”; algo que solo es posible en estado de quietud frente a un escritorio –sin más acción que el movimiento de unas manos sobre un teclado y unos ojos ávidos que van de libros y hojas hacia una pantalla–, mientras que el ejercicio es una actividad más libre, de esparcimiento, un salir de casa, moverse enérgicamente y con intencionalidad, lo que lleva a una actividad que, desde esta perspectiva, suele asociarse solo con la actividad física, el deporte y la salud.

Frente a este antagonismo Sloterdijk denuncia cómo los criterios tradicionales de clasificación vita activa y vita contemplativa hacen invisible, cuando no impensable, la dimensión del ejercicio como parte de la existencia humana. Señala que al aceptar la tajante distinción «activo» y «pasivo», como si se tratara de una alternativa absoluta y exclusiva, “desaparece de la vista un amplio contexto de comportamiento humano que no es ni meramente activo ni meramente contemplativo: él lo llama «la vida ejercitante»”; acción que implica una contemplación que no menoscaba la actividad física, así como esta no desprecia la contemplación en toda acción humana.

Frente a la vida ejercitante dice el autor: “el ejercicio es la forma más antigua y de mayores consecuencias de una praxis autorreferente: sus resultados no confluyen en objetos o circunstancias externas, como sucede al trabajar y producir, sino que configuran al ejercitante mismo y lo ponen «en forma» como sujeto capaz de hacer cosas. El resultado del ejercicio se muestra en la «condición» actual, es decir, en el estado de capacitación del ejercitante, que, según el contexto, se describe como hábito, virtud, virtuosidad, competencia, excelencia o fitness”. (p. 17-18). Para Sloterdijk ejercicio y contemplación se conjugan en un intermedio al que poco se le presta atención, mas es constitutivo de la existencia humana. Intermedio que Ortega y Gasset denominó vida o razón vitalista.

Las personas por lo general se proyectan sobre el mundo desde una perspectiva utilitarista. El homo oeconomicus que intenta obtener un beneficio a través de un control y superioridad que, muchas veces, va en contravía del cuidado del ambiente y de una relación dialogante con los otros. Ahora bien, contrario a una “vida” utilitarista, las personas de este siglo empiezan a hacer uso de una ascesis; prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud, lo que involucra un rediseño de su existencia. Se está ante un sujeto más proclive a la convivencia, a la asunción del riesgo y la aventura, a la lúdica y la estética, al desarrollo de sus capacidades y al mantenimiento de la salud. Un ser que lleva en sí una vida más contemplativa y que “ha abierto ampliamente las esclusas a la práctica de ejercicios oficialmente ignorados (…) training, fitness, deporte, dietética, autodiseño, terapia, meditación; modus vivendi dominante en las subculturas occidentales que dicen sí al esfuerzo y al rendimiento.” (Sloterdijk, p. 19).

Hoy se aprovechan al máximo los beneficios de las tecnologías y los artefactos para el deporte y la actividad física, tanto como para potenciar otras actividades del pensamiento, en función de una mejor “calidad de vida”. Los procesos de convivencia y cuidado se abren de manera plena frente a los otros. Sienten que existe una vitalidad integral en el pensamiento lógico y el movimiento físico. No es gratuito que Ortega y Gasset sitúe el deporte en ese entre que ayuda a vivir más y pensar mejor. Vida ejercitante donde se “forma parte de un horizonte vital no reducido por la estrecha perspectiva utilitaria, sino que anuncia la forma superior de la existencia humana, la apertura a un sentido festival y creativo de la vida (…) esto exige una disciplina que no se conforma con el cumplimiento correcto de unas normas, sino que incita a perfeccionarse indefinidamente” (En Conill, 2019).

Nos encontramos entonces frente a una bio-hermenéutica del deporte; o sea, el movimiento en sus diversas interpretaciones, que se conjugan a su vez en una bio-hermenéutica del cuerpo, del esfuerzo… de un movimiento sentido-vivido; una actividad más contemplativa de nuestro accionar en el mundo. Desde esta lógica vital es sugerente la etimología del término «deporte»; según el mismo Ortega, este “procede de la lengua gremial de los marineros mediterráneos, que a su vida de trabajo oponían su vida en el puerto, el «estar de portu», visitando las tabernas, conversando con gentes de otras culturas y participando en los juegos deportivos. Al parecer, en la cultura trovadoresca de Provenza se encuentran las palabras «deports e solatz», donde «deport» es el juego de conversación y poesía, mientras que «solaces» representa los ejercicios corporales, en conjunto estos términos refieren a lo «felicitario»” (Ibid.).

El deporte es un puerto para encontrarnos, para conocer-nos y conocer otras culturas, para movernos hacia un nosotros y a otros, para aprender cómo se desenvuelve la vida y cómo nos desenvolvemos en medio de ella. Así que podríamos haber dicho en esa taberna del viejo oeste, vaticinando el futuro: ¡claro que van a correr por diversión!; además andar, montar en bicicleta, nadar, danzar, hacer teatro, ir al gimnasio, hacer spinning y tantas otras manifestaciones de un estar en movimiento desde espacios que nos permiten salir, por un momento, del tráfago de lo utilitario y productivo; tiempos para sí mismo y para los demás, tiempos que son un modo de pensar y estar en armonía con el entorno; lo que excede una mera necesidad o un asunto de diversión o recreación. Posibilidades para conciliar lo deficitario de nuestros afanes con lo “felicitario” de aquello que tanto nos apasiona: comprender la vida ejercitante de la existencia humana.

Referencias

Sloterdijk, P. (2013). Muerte aparente en el pensar. Sobre la filosofía y la ciencia como ejercicio. Siruela.

Conill, J. (2019). El sentido deportivo de la vida en la hermenéutica raciovitalista de Ortega y Gasset. Pensamiento. Revista de Investigación e Información Filosófica, 75.

Zemeckis, R. (1990). Volver al futuro 3. Película. Universal Pictures.

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