sábado, junio 29, 2024
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Las secuelas de la guerra

Por: Harold Mosquera Rivas

Las imágenes que llegan de Venezuela, en la mesa de diálogos de paz de la autodenominada Segunda Marquetalia de las disidencias de las Farc con la delegación de negociadores del Gobierno Nacional, apareció de nuevo Iván Márquez, después de sobrevivir de manera casi milagrosa a un ataque, realizado al parecer en medio de los enfrentamientos entre las mismas disidencias. Aquel hombre que después de firmar la paz y acceder a una curul como senador de la república, decidió junto a otros líderes guerrilleros, como Jesús Santrich, alias El Paisa y Romaña, entre otros tantos disidentes caídos. Se observa que perdió la extremidad superior derecha y ahora tiene en su lugar una prótesis. Habla de manera limitada y pausada, ya sin la fuerza y la beligerancia de otros tiempos. La imagen de Márquez es la mejor prueba de que la guerra no deja nada bueno. Santrich, alcanzó a pronunciar un discurso en la Cámara de Representantes, antes de correr desesperado a su encuentro con la muerte, que es el destino de la mayoría de los combatientes en la guerra. En la nuestra, caen militares, policías, guerrilleros y paramilitares combatientes, pero también caen civiles que en muchos casos, mueren sin haber tenido en sus manos algún día de su vida, un arma para ejercer la legítima defensa. Tal y como sucedió con el cuidador de vehículos de Jamundí, que el pasado martes falleció como consecuencia de la explosión de la moto bomba, que un irresponsable e inhumano, dejó a su lado, sin importarle la vida del informal trabajador. Por todo esto, a pesar del difícil momento que atraviesa el orden público, por los atentados que bañan con sangre la mayor parte de la geografía nacional, sigue siendo válido señalar que, a nadie le conviene el conflicto armado. Hay quienes reclaman volver a los tiempos en que el gobierno nacional renunció al diálogo y ordenó proceder a la política de guerra total, premiando las bajas en combate, lo que degeneró en los denominados falsos positivos que tanto dolor acusaron a la patria. Me parece que, esas imágenes de los combatientes, que se salvaron de la muerte, pero deberán llevar por el resto de su existencia una vida desgraciada, llena de dolores físicos y emocionales, unos mutilados, otros ciegos, sordos, sin uso de razón, son una buena justificación para insistir en la necesidad de un gran acuerdo nacional de paz. Pero este propósito no se consigue pretendiendo que estamos divididos en buenos y malos, pues todos necesitamos vivir en paz. Entre Popayán y Cali, cada vez que por diferentes motivos se cierra la vía, pagamos todos, unos más que otros, pero nadie se salva de las complicaciones propias de esta situación que en los últimos tiempos es cada vez más frecuente y que solo puede resolverse llegando a la raíz de los problemas sociales que las motivan. Y pensar que Márquez podría estar devengando salario de parlamentario y viendo crecer a sus hijos, como hicieron otros.

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