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Moral y corrupción en Colombia.

Orlando Ñañez,

Licenciado y politólogo U. de C.

Experimento de oportunidad:

Unos niños, escolares de educación inicial- primaria de una institución de un país del norte de Europa, fueron sujetos de la siguiente investigación: ellos(as) debían lanzar ‘n’ veces una pelota a un blanco situado a sus espaldas sin mirarlo al momento del lanzamiento. Debían entrar uno a uno a un cuarto en el que se había dispuesto una silla y se les había hecho creer que en ella estaba sentado un ser encantado que ellos no podían ver observando cómo cada uno lanzaba la pelota. Luego se repetía el experimento, pero en el cuarto ya no estaba la silla por lo que los(as) niños(as) asumían que no había quien los observara. El resultado fue que los niños en esta nueva situación sí voltearon a ver el blanco situado a sus espaldas en el momento del lanzamiento.

1. Corrupción en Colombia. Las prácticas corruptas están tan generalizadas desde hace tanto tiempo en todo el territorio y en todos los sectores de la vida nacional, que ya nos parecen normales y casi imposibles de erradicar por su permanencia y su arraigo profundo en la cultura hasta el punto de violentar los códigos morales más profundos.

2. El Desarrollo de la moral:

La formación de la moral es un proceso acumulativo que avanza desde una orientación centrada en el interés personal en la infancia hacia el reconocimiento de los derechos de los demás. De su estudio se han ocupado psicólogos infantiles como Jean Piaget y Lawrence Colbert quienes han identificado las siguientes fases sucesivas: egocéntrica, en donde el yo y lo mío son lo central. La orientación etnocéntrica en la que los grupos a los que pertenezco y con los que me identifico pasan a ser lo más importante: la familia, la comunidad local o el país como un todo. La orientación mundo-céntrica y el plano cosmocéntrico, en los que la humanidad toda y todos los seres vivos, en su orden, constituyen sus focos de referencia. El problema de la moralidad de muchas personas adultas radica en que su desarrollo se queda en las etapas iniciales. Pocas personas alcanzan el nivel etnocéntrico avanzado, lo que significa que a pocos les importa el país como un todo. En los niveles avanzados de la moralidad, se hallan los individuos que les interesa el país como un todo y que genuinamente abordan sus problemas como la corrupción y los temas ambientales, por ejemplo.

3. Nuestra estructura Social:

Los conquistadores españoles impusieron una jerarquía de castas fundamentada en una supuesta pureza racial ibérica por la cual se abrogaron el derecho de dominación en los territorios que ocuparon durante más de tres siglos. En el periodo de la Independencia, que propiciaron los criollos blancos, se logró la abolición formal de las castas, pero se continuaron las prácticas de dominación clasista caracterizadas por la discriminación y exclusión por razones de sangre.

Las personas eran mejor valoradas socialmente en la medida que menos tuvieran que ver con los trabajos de laboreo de la tierra y su posición en la más alta jerarquía social era determinada por la condición de nobleza que pudiera comprobar hasta la tercera generación de sus ascendientes. Las valoraciones ulteriores, ser de “buena familia” o tener “apellidos ilustres” sobre todo en las provincias importantes de la Colonia han persistido hasta el presente en la forma de relaciones de dependencia personal obstaculizando el desarrollo de una solidaridad nacional determinante de una moral colectiva en el país. La solidaridad limitada a redes elitistas y clientelares han instaurado, desde entonces, actuaciones por encima de la ley, reproduciendo mentalidades arribistas en los estratos medio y medio-alto que sin el referente de pertenecer a un mismo Estado (siempre en construcción), no tienen un sentido de lo público entendido como lo que pertenece a todos para su mismo cuidado. Por lo mismo, existe un gran número de ciudadanos que no tienen identidad de país, que no se sienten como una sola nación en la que hay que cuidar lo que es de todos y para el bien de todos: los bienes públicos. En este nicho, estos ciudadanos creen que, al ser el Estado el principal empleador y proveedor de beneficios, lo ven como un botín al que hay competir con astucia, con sentido de oportunidad y con viveza. El expresidente López Michelsen expresó, a manera de crítica, el manejo amarrado del poder burocrático: “el mal ejemplo cunde” refiriéndose a miembros de ciertas familias, que el antropólogo y doctor en sociología Fabian Sanabria acusa de ser una causa estructural de corrupción:…”hay unas puertas giratorias entre lo público y lo privado. Mucha gente viene de lo privado a ‘surfear’ en lo público y, mientras lo hace paga favores y cuando vuelve a lo privado, dice que lo público es ineficaz y hay que privatizarlo…. muchas veces los altos cargos del Estado vienen de unas ciertas familias que tienen ciertos negocios. También llama la atención que los corruptos más importantes fueron a universidades de élite…”

Es importante tener en cuenta que la conformación física del país compuesta de regiones separadas, heterogéneas, algunas alejadas, con precarias vías de comunicación, ha constituido una nación fragmentada sin la necesaria articulación con el centro, agravada por la persistencia del conflicto armado, cuyos actores ilegales lo hacen cada vez más pernicioso por los enfrentamientos entre sus diferentes grupos en la disputa de los territorios y por las rutas del narcotráfico, y con las fuerzas armadas.

La concentración de los beneficios del lánguido crecimiento económico del país, que apenas alcanza para la subsistencia de la mayoría de los colombianos, no permite avanzar desde los niveles más básicos de la moral donde prima ‘lo mío’ y lo de interés meramente personal hacia los niveles de orientación plenamente moralista; donde se tiene en cuenta a los demás, al país, a la humanidad, al medio ambiente, etc.

Los anteriores factores de exclusión y de dependencia heredados y consolidados en la colonia cuyos efectos de formación amputada de la moral, produjo una clase oligárquica improductiva sustentada en las mentalidades de dominación por parte de ellas y de dependencia por las mayorías dominadas con precarias condiciones de vida, perpetuó la imposición de modelos de vida hasta el consumismo neoliberal que tiene como referente el individualismo, nocivo para el desarrollo de una moralidad solidaria más avanzada.

Los nuevos sucesos demográficos, la irrupción de nuevas tecnologías de efectos mundiales, el gran desarrollo de los medios de comunicación hasta la Internet, la industrialización, la concentración demográfica en los centros urbanos y el relevo generacional de la población, han tenido incidencia en los patrones de moralidad que la han ido modulando para crear solidaridades integradoras, fundamento de una opinión pública con más poder de censura, más crítica de la corrupción estructural y más demandante de variados derechos.

Se hace necesario construir una moral ciudadana amplia con una metodología de enfoques inteligentes y didácticas apropiadas y diferenciales para cada nivel: socioeconómico, cognitivo, emocional y valorativo.

Hay que tener en cuenta que el capitalismo auspicia unas valoraciones egocéntricas que dificultan interiorizar normas de equidad en nuestra sociedad permeada por la injusticia y la violación de los derechos. La actuación de las autoridades de sanción y prevención tiene que ir acompañada del rechazo de la comunidad. Si no actuamos como comunidad solidaria frente a quienes hacen ostentación de las transgresiones sociales y riquezas mal habidas, éstos seguirán actuando con toda la tranquilidad y cinismo.

La irrupción de las grandes transformaciones tecnológicas y comunicacionales, el relevo generacional, la generalización de la educación que fundamente la moralidad mundo- céntrica y cosmo-céntrica, permitirán la superación de nuestra cultura y de nuestros fundamentos éticos. Empecemos a echar al traste las creencias hechas costumbre de creer que “lo malo de las roscas es no hacer parte de ellas”, “la ley es para los de ruana”, “el que no llora no mama” “total, si no lo robo yo lo roba otro” o cualquiera otra expresión que indique la relación del pueblo con la ilegalidad, con la violación de las reglas que impidan el desarrollo de una moralidad colectiva genuina o que impliquen el regreso de unos valores etnocéntricos a otros menos amplios.

Volviendo al ejemplo inicial de los niños lanzadores de pelotas al blanco, que es un ejemplo sencillo pero inquietante sobre nuestra naturaleza proclive a la trampa, entre los muchos interrogantes que pueda despertar, se pone de manifiesto la necesidad de focalizar en los niños, un alto componente de moralidad en su formación como ser humano.

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