Motivo de fiesta

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Por Elkin Franz Quintero Cuéllar

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.

Miguel de Cervantes

En los recovecos del tiempo, entre las sombras del pasado y las promesas del porvenir, se erige un monumento inmortal: el idioma español. En este abril, cuando los aires se llenan con la dulzura de las palabras y la fuerza de la expresión, nos encontramos inmersos en la celebración del Día del Idioma Español. No es una mera conmemoración, sino un acto de reverencia hacia la lengua que nos une, que nos cautiva, que nos desafía. Es en este cruce de caminos lingüísticos donde se alza la voz de nuestra identidad, resonando en los corazones de millones, desde los Andes hasta las costas del Mediterráneo.

Miguel de Cervantes, el padre de la novela moderna y el genio detrás de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, entendería sin duda la complejidad y la riqueza del idioma español. En su obra cumbre, donde cada página es un mundo de aventuras y reflexiones, podemos vislumbrar el poder transformador de la lengua, su capacidad para moldear realidades y desafiar convenciones.

El español, con sus raíces profundas en la historia y su constante evolución, es más que un medio de comunicación; es un reflejo de la diversidad cultural que define a quienes lo hablamos. Desde las gestas del Quijote hasta los versos ardientes y proféticos de Matilde Espinosa de Pérez el español ha sido el vehículo de expresión de innumerables voces, cada una única en su cadencia, en su tono, en su manera de mirar al mundo.

Pero no podemos obviar las sombras que acechan a nuestro preciado idioma. En un mundo cada vez más globalizado, donde las lenguas luchan por mantener su relevancia en un mar de información digital, el español enfrenta desafíos significativos. La influencia del inglés, omnipresente en la tecnología y los negocios, amenaza con erosionar nuestra identidad lingüística, diluyendo la riqueza de nuestras palabras en un mar de anglicismos.

Sin embargo, como los personajes del Quijote que desafían molinos de viento, nosotros también debemos resistir. Debemos celebrar la belleza intrínseca de nuestro idioma, explorar sus matices, abrazar su diversidad. En las aulas de clase, en los foros literarios, en los rincones más recónditos de la red, debemos defender y promover el español como un tesoro cultural que merece ser preservado y enriquecido.

El Día del Idioma Español no es solo una ocasión para reflexionar sobre nuestra lengua, sino también para renovar nuestro compromiso con ella. Es un llamado a la acción, a cultivar el amor por las palabras, a fomentar el intercambio cultural, a explorar nuevas formas de expresión. Es, en esencia, un tributo a la herencia que hemos recibido y a la responsabilidad que tenemos hacia las generaciones futuras.

En palabras de Gabriel García Márquez, otro gigante de las letras cuya pluma iluminó los rincones más oscuros de la humanidad, “La lengua española será la lengua de la libertad porque no es la lengua de un imperio”. En esta declaración yace la esencia misma de nuestro compromiso con el español: en su capacidad para trascender las barreras del tiempo y del espacio, para unir a los pueblos en un diálogo perpetuo de ideas y emociones.

Así que, en este día, mientras celebramos la belleza y la grandeza del idioma español, recordemos que somos guardianes de una tradición milenaria, custodios de un legado que traspasa fronteras y abraza al mundo entero. Que nuestras palabras sean un tributo a aquellos que nos precedieron, a aquellos que nos inspiraron, a aquellos que soñaron en español. Y que, como Cervantes frente a su pluma, enfrentemos el futuro con valentía y determinación, sabiendo que en nuestras manos reposa el destino de nuestra lengua y de nuestra cultura.

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