Por Eduardo Nates López.
Confieso que la semana pasada, al pasar fugazmente frente a un televisor, vi una celebración con abrazos, besos, brincos y gritos entreverados de: “si se pudo… si se pudo”. Creí que se trataba de un gol de la Selección Colombia, pero los “jugadores” no me coincidían ni la cancha tampoco… Era una confusión (nada extraña en estos días) que, con los noticieros, fotos y la prensa del fin de semana fui decantando: Se trataba de la aprobación de la Reforma Pensional… Los abrazos y besos entre ministros y congresistas gobiernistas; y los “tiros penalti” habían sucedido saltándose los pasos reglamentarios, etc. etc.
Ya con más información me enteré de que la aprobación, además de adolecer de varios “saltos mortales”, acarrea graves dudas constitucionales. Inclusive se evalúa la posibilidad de que se caiga en la Corte Constitucional, por las heridas que le auguran las demandas que tendrá que soportar…
De los análisis que he podido leer, se rescatan algunos puntos que corrigen aberraciones tales como las megapensiones, que se llevan una gran porción de los recursos presupuestales que apoyan el pago de esta justa compensación laboral de ahorro obligatorio propio, (del cual, Petro vive convencido que puede disponer a su antojo…). También justo el haber establecido el sistema de pilares: Uno, que permite subsidiar a quienes llegan a los 65 años (hombres) y 60 (mujeres) que están en pobreza extrema. El segundo pilar (semicontributivo) para quienes hayan ahorrado toda su vida y no llegan a completar las 1.300 semanas (que, para las mujeres irá bajando gradualmente a 1.000). A estas personas, en vez de que les devuelvan lo ahorrado, les girarán mensualmente un equivalente a lo que alcanzaron a ahorrar, más un aporte del gobierno. Y otros dos pilares un poco más controversiales como el contributivo y el voluntario. Sin duda, otro componente positivo de esta reforma es el beneficio del que podrán disfrutar las mujeres, de las cuales, injustamente, solo el 13% llega a obtener pensión. Ahora se reduce para ellas el tope de semanas necesarias para pensionarse, de 1.300 a 1.000 (a partir de 2036), y se crea un bono de género de 50 semanas, por cada hijo (hasta 3). Reconocimiento más que merecido a la invalorable misión de criar a los hijos.
Desde otro punto de vista, lo desagradable de estas reformas es la manera atrabiliaria y fragosa como se adelantó su trámite, atropellando requisitos legislativos y procedimientos reglamentarios, con tal de obtener una victoria política (ideologizada), más que un logro social. El hacer jugadas oportunistas, como el documento con 20 firmas de Representantes que tramitó (casi a escondidas) el representante David Racero, que acechó, cual felino, el momento de hacerlo rodar para evitar un paso fundamental de cualquier Ley, que es la discusión detallada del articulado, indudablemente le quita el sabor decente a la iniciativa. Varios de los presentes criticaron la tropelía y vaticinaron la caída de la reforma, ante los análisis que deba hacer la Corte Constitucional, por las demandas anunciadas por la oposición, que entre otras cosas argumenta que “no van a permitir que el gobierno de Petro y el Pacto Histórico entren a saco con un monto de 460 billones de pesos, que es el ahorro de más de 16 millones de colombianos, que se utilizarán para “mover” las elecciones del 2026.
Lástima que la polarización y la sed de venganza política transfieran las decisiones legislativas de contenido social, como esta, a la Rama Judicial, a través de la Corte Constitucional, de donde pueden salir sorpresas. Y que la folclórica aclamación del gobierno y sus parlamentarios, le dé el carácter fiestero de la celebración de “un gol”, posiblemente anotado en fuera de lugar… Y peor, con un sabor tan desagradable el que le aporta el “ají picante” de los dineros de la UNGRD y los comensales Name y Calle, ya auto-jubilados por esa entidad gubernamental…
