Poética del sinsentido

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Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.

Cuando todo pierda sentido, que podamos sentir la esperanza aun en los escombros.

Que los escombros no sean una catedral del miedo.

Cuando todo se derrumbe, que podamos seguir anhelando el ideal.

Que el proyecto de una vida superior, pueda florecer sobre las grietas.

Que los pétalos se desprendan y se expandan.

Que se enreden en los cuerpos perdidos y sin ilusiones. Que los conmuevan.

Cuando todo haya terminado, que podamos invocar una antigua voz, con la que podamos decir un nuevo nombre.

Cuando todo se quiebre y no nos demos cuenta.

Que podamos cultivar una intensa melancolía, que nos permita resistir y luchar.

Que la melancolía nos rompa la consciencia, para que comprendamos que hay semillas en los escombros.

Que aún palpita el corazón del mundo. Que hay otras voces que nos llaman y nos esperan.

Cuando nada tenga importancia, que nos atrevamos a empezar de nuevo con fuerza e integridad.

Cuando todo haya acabado, que nunca olvidemos que somos únicos e indestructibles.

Que todo se destruya, que todo sea absurdo, pero que nunca perdamos la mirada altiva, la mirada que avizora aquello que va a crear.

Cuando todo sea nulo, debemos salir al encuentro de los extraños y diferentes, de los que se niegan a asumir los destinos hechos a la medida de la banalidad.

Que podamos encontrarnos con los delirantes, que están construyendo con rigor aquello que es excelso y superior.

Cuando no quede ni siquiera la nada, la lucha debe ser una danza sagrada.

Que el canto sea un grito, que resuene y se disemine en todas las dimensiones.

Porque lo infinito nunca detiene su ritmo, porque lo trascendental siempre se renueva.

Cuando todo se aniquile y no quede ningún rastro, que sea la rabia la que nos inspire a amar.

Íncipit.

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