Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas
El filósofo Nietzsche afirma: “Es mejor cualquier sentido que ningún sentido”. Esta afirmación es polémica y compleja, porque: 1. La crisis del individuo consiste en una pérdida de sentido, como proyecto global de dominación; 2. La pérdida de sentido no implica “cualquier sentido”, sino la eliminación integral de la posibilidad del sentido; 3. La pregunta por el sentido es cada vez más ininteligible, es decir: no se comprende para qué preguntar por el sentido; 4. No hay pregunta por el sentido, sino una “melancolía” del sentido superior; 5. Esa melancolía es la única esperanza de recuperar la pregunta por el sentido.
¿Es mejor cualquier sentido? El problema es que estamos ante un silencioso e indiferente proceso de eliminación del sentido. El “cualquier sentido” nietzscheano, debemos asumirlo como la intención férrea de no renunciar nunca a la creación del sentido.
Esa es la crisis del individuo contemporáneo. Todo lo demás podría asumirse, dentro de un proyecto integral de creación de sentido. Pero lo que verdaderamente pone en crisis, es la pérdida de sentido. ¿Cuál es el fundamento de esta pérdida? El mundo contemporáneo es el resultado de una especialización en la forma de controlar a los individuos: hemos pasado de una sociedad disciplinar a una sociedad de seducción, del régimen a la optimización, de la disciplina al espectáculo. ¿Cómo fue posible esta transformación? Mediante la pérdida de sentido que implica el control algorítmico. Que se pierda la posibilidad de la creación de sentido de sí, es la mejor y más eficaz forma de controlar al individuo mismo.
Pero, ¿es posible vivir sin un sentido? La eliminación de la posibilidad del sentido, implica una transformación existencial. ¿Qué tipo de existencia se está diseñando desde los algoritmos? Cuando se elimina gradualmente la posibilidad de la creación, emerge una existencia que podemos denominar como la “estupidización del instante”. Son existencias instantáneas, intensas, espasmódicas. Es algo peor que “la mera vida” heideggeriana y que “el último hombre” nietzscheano. Estamos ante una transformación de la conciencia de lo “humano”, y la creación de un nuevo tipo de consciencia “post-humana”. La eliminación del sentido o la emergencia de una consciencia del instante.
La pérdida de sentido consiste en que no se comprende la importancia de la pregunta por el mismo. La pregunta por el Ser de Heidegger, se debe transformar por la pregunta por la creación del sentido. ¿Qué es el Ser sino una posibilidad de creación de sentido? La pérdida implica la ininteligibilidad gradual y procesual, es decir: no sólo se pierde la posibilidad de la creación y de la pregunta por el sentido, sino que se pierde la consciencia de la “importancia” de la pregunta misma.
Pero aún hay esperanza en la melancolía por un sentido superior. El “mundo feliz” huxleriano está cerca. Un mundo en el que los individuos serán diseñados y determinados, donde la consciencia de sí y del otro se anula en el “instante sin proyecto”. Sin “proyecto” no hay Yo y no hay Otro. Y no sólo nos estamos refiriendo a la IA, también lo hacemos con respecto a la transformación integral de la consciencia humana. ¿El superhombre nietzscheano como el diseño de un algoritmo superinteligente? Por eso la melancolía es una esperanza de que todo se pueda transgredir. La melancolía consiste en el deseo de destruirlo todo, para crearlo todo de nuevo.
¿Es mejor cualquier sentido? No, es mejor una melancolía digna, que nos permite insistir en la pregunta por el sentido. Hay que ir un poco al límite del sentido mismo, para empezar a preguntar por lo imposible e inaudito. Para crear un sentido superior, es necesario quebrar los sentidos decadentes y estupidizantes. Es una apuesta por el caos, para que el vuelo sea posible. ¿Qué debemos destruir para una auténtica creación de sí? La melancolía o la furia poética del ideal.
Íncipit.
