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Popayán músicas, violines y misioneros

Al lado de la soldadesca vinieron también los capellanes y con ellos otros instrumentos para la música de iglesia: violas de arco, arpas, rabeles, bajones, vihuelas y órganos pequeños. Por consiguiente, ese violín de genealogía europea llegó a América con las comunidades religiosas y, por supuesto, al Cauca en formato musical italiano, francés y alemán.

Este trabajo está basado en las investigaciones de Paloma Muñoz quien desde hace muchos años ha venido adelantando este trabajo como docente e investigadora de la Universidad del Cauca. Visibilizando como un patrimonio cultural de dos valles interandinos del Cauca.

Redactado por Paloma Muñoz-directora del Diario El Nuevo Liberal

La Iglesia en Popayán era una institución compleja: por un lado, su papel misional influía enormemente en el diario vivir de los habitantes de la ciudad, y por otro lado, formaba parte de un orden colonial de poder social y político establecido, al punto que la Iglesia era considerada como una institución de gobierno y al mismo tiempo como energía social y de recursos económicos de los habitantes de Popayán. De tal suerte que el gobernador y el arzobispo eran controlados por el Capítulo de la Catedral y atemperados por las normas de la misma, y sus numerosas dependencias para los demás lugares doctrineros eran diligenciadas y controladas desde Popayán, pues entre sus disposiciones de poder, presidia un tribunal para los curas que debía inquirir sobre la moral pública en sus diferentes parroquias.

Popayán músicas, violines y misioneros
Luis Edel Carabalí y Eliazar Carabalí, de la agrupación ‘Palmeras’ de la vereda El Palmar, Santander de Quilichao. Foto Paloma Muñoz (2010).

 “El violín lo trajeron los españoles, pero se quedó en la parte negra del norte del Cauca. Los esclavos que había en esa época empezaron a ejecutar el violín y de ahí se comenzó a transmitir a otras generaciones […] En este momento lo que estamos haciendo es conservar esas tradiciones. Acá tocamos a oído, como se dice, [somos] empíricos, sin partitura; a nuestro estilo, porque nos gusta y porque lo escuchamos de nuestros antepasados. Creo que nacimos músicos y por eso seguimos con esa tradición”. Esta historia me la contó un día Luis Edel Carabalí, violinista de la agrupación musical Palmeras, oriundo de la vereda el Palmar de Santander de Quilichao (Cauca).

Popayán músicas, violines y misioneros
Violín hecho a machete de Ana Amelia Caicedo, del Patía. Foto Paloma Muñoz (2012).

Y luego me la confirmó Ana Amelia Caicedo, directora del grupo las Cantaoras del Patía, cuando en una de las conversaciones que sostuve con ella me dijo: “La música llega con nosotros desde tiempos inmemoriales, desde la esclavitud. Nuestros ancestros trajeron la percusión y después aprendieron a tocar el violín y las guitarras, que son europeas, pero que, acompañando a los amos en los festines, ellos lograron aprender todo eso. Porque somos descendientes de esclavos, cimarrones aquí en el Patía y eso lo llevamos dentro de nosotros, en nuestra alma, en nuestro espíritu”.

Estos relatos nos permiten comprender la presencia de los violines en las comunidades afrodescendientes del Cauca y para eso es necesario tener en cuenta a Popayán. La ciudad, como núcleo urbano de la región, cumplía en tiempos de la Colonia importantes funciones de tipo administrativo, social, político y económico. Constituía, con Santafé de Bogotá, el centro principal del Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Por lo tanto, se trata de un territorio histórico a considerar, debido a su relación con la presencia de los violines y demás instrumentos de cuerdas en el Cauca.

Con la llegada de las comunidades religiosas a Popayán, las órdenes de los franciscanos y dominicos iniciaron su papel evangelizador a través de la música en la ciudad. Luego, a partir de 1631, llegó la Compañía de Jesús como predicadora de cuaresma; el entusiasmo y apoyo incondicional de la población contribuyeron a su éxito inmediato y, con donaciones rentables de los habitantes, se estableció en Popayán. Esta compañía predicadora asumió la dirección del colegio Seminario Mayor, desde donde se fomentó “el cultivo de la música de coros de catedrales y los títulos más distinguidos de la patria”, según lo afirmaba el presbítero Ventura Ortiz. De esta manera, se difundió el aprendizaje de la interpretación musical y de los instrumentos de cuerda europeos, como violas de arco, arpas, rabeles, bajones y vihuelas, para la música de iglesia.

Los integrantes de la Compañía de Jesús al establecerse en Popayán, por consiguiente, entraron a Tierradentro para catequizar a “los páez” (hoy pueblo nasa) y guanacas. Otro de sus objetivos fue instar a los encomenderos para que cumplieran con la orden de las autoridades de la Gobernación de Popayán de congregar a los páez en pueblos de indios.

Rápidamente, los jesuitas se constituyeron en los dueños de varias haciendas en la provincia de Popayán, desempeñando el papel evangelizador y económico de la compañía. En Tierradentro, por ejemplo, tenían las doctrineras de Tálaga y Togoima y otras tierras en el norte del Cauca, conocidas como la Hacienda del Japio (que en primera instancia fueron otorgadas a los conquistadores de la provincia de Caloto y luego pasaron a manos de los religiosos).

Popayán músicas, violines y misioneros
Las Cantaoras del Patía..Foto Paloma Muñoz (1999).

Así, entonces, la fuerte presencia de la Compañía de Jesús, tanto en Popayán como en territorios cercanos, era evidente. Las tierras de la extensa Hacienda del Japio (cuyos límites llegaban hasta Cajibío) fueron algunas de sus muchas propiedades. Instalados ahí, durante más de cincuenta años, las aprovecharon en la producción de caña, arroz, maíz y la extracción de mieles en trapiche, además de la cría de ganado. Los productos sirvieron para abastecer y sostener los gastos del colegio de Popayán.

Dicho centro educativo se denominó el Seminario de Popayán y fue creado en 1643 por los mismos jesuitas. El Seminario se convirtió en un lugar de enseñanza en donde la música fue importante, como disciplina, para la élite criolla de la ciudad y jugó un papel trascendental. Una clara muestra de aquello es que allí se fomentó “el cultivo de la música de coros de catedrales y los títulos más distinguidos de la patria. Con ellos se difundió el aprendizaje de la interpretación de instrumentos de cuerda europeos”, según palabras del presbítero Ortiz.

La Compañía de Jesús ha sido considerada como una de las organizaciones más ricas sobre la faz de la tierra. Fue, igualmente, la iniciadora de un nuevo sentido del concepto de empresa y la formadora de una nueva generación de exploradores, misioneros, educadores y dirigentes que hicieron avanzar la modernización del mundo. No obstante, sufrió sucesivas expulsiones en diferentes lugares del planeta. En 1767, durante el reinado de Carlos III, fue desterrada de España y, por ende, de las colonias en América, incluyendo la del Nuevo Reino de Granada.

Popayán músicas, violines y misioneros
Grabado de Sirouy. Procesión de Semana Santa en Popayán (1875). En: América Equinoxial 1879.

La tradición musical europea, sobre todo la española, se fue consolidando alrededor de la misa y el oficio divino, alternando sesiones rezadas, con otras cantadas, en canto llano o monofónico, en latín, y sin acompañamiento de instrumentos. La llegada de las comunidades religiosas a Popayán trajo consigo los violines de Europa, que luego fueron llevados a las haciendas y a los demás lugares de la Gobernación de la provincia.

A diferencia de los indígenas, para los negros el proceso de colonización musical fue distinto: aunque les impartían la doctrina cristiana católica en las grandes haciendas del Cauca, en los conventos y en las casonas, como lugares de servidumbre, no había una intencionalidad educativa musical para ellos. Se los consideraba seres esclavizados, salvajes, que no tenían alma ni una existencia ontológica y, por tanto, no era posible que se les destinara un tiempo para la enseñanza musical por parte de sus señores propietarios. Por eso, ellos aprendieron por sí mismos a interpretar e imitar la elaboración de los instrumentos de cuerdas, que sus amos y las comunidades religiosas interpretaban en sus actividades y celebraciones.

En consecuencia, ese violín de genealogía europea llegó a América con los grupos eclesiásticos y, por supuesto, al Cauca, a donde arribó en formato musical italiano, francés y alemán. Sin embargo, los negros de los valles interandinos del departamento se apropiaron de este y otros instrumentos de cuerda, pero dándoles un nuevo sentido de identidad.

La presencia de los ‘negros’ en las fiestas y celebraciones en Popayán se confirma cuando en la celebración del Corpus Christi de 1788 aparece documentada esta festividad: “Item los dichos […] diputados con asistencia del señor gobernador tengan cuidado con aquel día haya danza de indios y negrosy algunos corrillos de niños si fuera posible que canten y que las calles muy bien aderezadas y toldadas.” (A.C.C.  Libros de Belalcázar, Folio 161 V).

En archivos se encuentran relatos y algunos grabados y plumillas de Sirouy, quien enrutado con el viajero francés Edouard André testimonia cómo eran los festejos populares religiosos en Popayán, en el Patía y sur de Colombia. Entre esos documentos se encuentra la presencia de un violinista en una Procesión de Semana Santa en Popayán en 1875), allí se observa un hombre descalzo con el cabello ensortijado, quien acompaña al grupo tocando un violín, es de suponer que se trata de un ‘negro’, porque hasta el momento no se ha encontrado reseñas de que los indígenas en el Cauca hayan interpretado instrumentos de cuerda frotada como el violín y para ser de la élite criolla se descarta, pues tampoco iría descalzo, pero sí como intérprete de chirimías destinadas a los indígenas y mestizos, conjunto llamado así por el instrumento mozárabe traído a América con las fanfarrias militares, que luego con su desaparición se convirtió en un conjunto de flautas traversas de caña y tamboras que da nombre a la actual agrupación musical denominada chirimía.

Ese violín imitado por los negros esclavizados a partir del modelo usado por las comunidades religiosas, de aquellos religiosos que contribuyeron a implantar la hegemonía geopolítica del imperio español. Así lo reinventaron los ‘negros’ y les pertenece como pensamiento, ellos resignifican ese mundo sonoro que en estos valles interandinos tanto del río Patía al sur como del rio Cauca hacia el norte del departamento, les ha permitido, por años y siglos, construir sus mundos de vida. Reinventaron el violín negro o caucano que les otorga sentidos nuevos a la identidad de los afrodescendientes de los valles interandinos del Cauca.

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