viernes, junio 28, 2024
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Revolución y creación 1

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.

El proceso de expresión y evolución del inconsciente es totalmente afirmativo y creador, la represión se da cuando una estructura de poder lo quiere determinar en formas convenientes; es por esto que la revolución fundamental consiste en la liberación del inconsciente y del deseo, de todo aquello que lo ha determinado y que lo quiera determinar. Pero esta liberación revolucionaria no es individual, sino que debe realizarse en el proceso histórico y social del individuo. Si fuera sólo una liberación individual, se reafirmaría el narcisismo propio del mundo contemporáneo. Pero como debe ser una liberación histórica y social, el individuo podrá crearse a sí mismo, en una relación intensa, significativa y digna con los otros. De igual modo podemos preguntar: ¿por qué una liberación revolucionaria del inconsciente y no de la conciencia? Porque, justamente, las estructuras de poder tienen la capacidad de determinar al individuo desde su inconsciente, lo que posteriormente determinará su conciencia individual. El sistema de producción y de consumo actual, se fundamenta en la estructuración de un inconsciente deseante, desde el cual se instauran valores. La efectividad de dicho poder sobre el individuo no está tanto en el ejercicio de una violencia directa, sino en el control inmanente del inconsciente del individuo, desde donde se determina lo que se debe desear. La revolución quiere decir la liberación del inconsciente de la estructura de poder, en un primer momento, y en el ejercicio de creación de un nuevo sistema inconsciente y deseante, desde el cual el individuo pueda crearse a sí.

Pero ¿cómo liberar el inconsciente? Desde Lacan es posible comprender que el inconsciente es una estructura significante, que puede reconstruirse a partir de un análisis de los síntomas; esa reconstrucción hará posible una re-creación posterior. Sobre la reconstrucción de la estructura del inconsciente, se puede influir creativamente, haciendo que la estructura misma cambie. Pero Guattari va más allá, cuando afirma que de lo que se tarta no es de crear otra estructura, sino de una liberación del inconsciente en la creación de múltiples sistemas expresivos. El inconsciente es para Guattari, la posibilidad de expresar creativamente múltiples sistemas de sentidos, sin que formen una unidad, sino que sean sistemas abiertos y en continua transformación.

El deseo no es, como lo plantea Freud, una fuerza amorfa, sino que es una creación de sentido. Lo fundamental es la forma que se le puede crear al deseo. La concepción freudiana del deseo como una fuerza libidinal amorfa, llevó a la necesaria concepción de la represión. Al deseo hay que reprimirlo, porque de no hacerlo podría rupturar al individuo. Pero cuando superamos esta concepción y asumimos que el deseo es posibilidad de creación de múltiples formas y sentidos, ya no se requiere reprimirlo, sino expresarlo. Pero, más allá de Freud, en el mundo contemporáneo se está operando una transformación importante en el proceso de represión del deseo, que consiste en determinar formas del deseo que deben cumplir los parámetros y expectativas de la estructura social y de consumo actual. Se reprime el deseo, determinando formas concretas de desear, determinando proyectos de vida propios de la mencionada estructura de producción y consumo. La represión del deseo desde el psicoanálisis freudiano se hacía desde el super yo como garante de la moral y la sociabilidad. Pero ahora dicho super yo ha sido sustituido por las estructuras de control, propias de la sociedad del espectáculo, que es una sociedad que ha determinado un individuo hiper-deseante e hiper-liberado; pero en un deseo y una libertad que han sido determinados como estructuras de control especializadas. Se reprime y somete al individuo imponiéndoles una estructura deseante determinada, y unos proyectos de vida en los que la libertad propia del consumo se convierte en imperativo categórico.

En la sociedad industrial del siglo XIX, el individuo fue disciplinado desde un poder institucional externo; en la sociedad capitalista del siglo XX, el individuo fue controlado desde procesos de persuasión propios de los medios de comunicación masiva; y en la sociedad hiper-capitalista del siglo XXI, se ejerce un control invisible e inmanente sobre el individuo desde las redes sociales. Esta especialización de las formas de control, que es una especialización del sistema de producción y consumo, han ido configurando una nueva forma de individualidad. El individuo de la sociedad hiper-capitalisma, ya no es el individuo reprimido ni el persuadido, sino el individuo deseante, el que determina proyectos, el que innova, pero dentro de una configuración del deseo realizada por la estructura y el poder del hiper-capitalismo. Es un deseo que funciona y se proyecta dentro de esa lógica. El individuo contemporáneo que, como plantea Chul Han, es un emprendedor y un proyecto de sí mismo, es un individuo deseante, porque es esta forma especial de configuración del deseo lo que hace posible el consumo.

Al individuo contemporáneo se lo ha liberado, pero en una forma de libertad que sólo es posible dentro del consumo. Esta libertad del consumo ha determinado una forma de individualidad que consiste en la afirmación de sí mismo, por encima de los demás, haciendo de ese narcisismo una nueva forma de control sobre el individuo, que es en realidad una nueva forma de esclavitud. Chul Han acierta al afirmar que, en las sociedades esclavistas, los esclavos sabían que lo eran, mientras que en el mundo actual los individuos son aún más esclavos, porque lo son creyéndose libres. Se han determinado formas muy especiales y concretas de desear, desde las que se han configurado también las individualidades. El deseo es, entonces, una posibilidad de creación, pero desde la actual estructura de poder regente, se lo ha determinado como una nueva forma de control desde la que se sustenta y se especializa el poder. De hecho, son estructuras desde las que se ejercen múltiples poderes determinadores; no podemos hablar de un poder actuante, sino de una multiplicidad de poderes. Es por lo anterior que las revoluciones creadoras, deben sobre todo liberar el deseo de los poderes que lo determinan, para que cumpla acciones concretas. Se debe liberar el deseo para que exprese su potencia afirmativa y creadora.

La especialización de la estructura de control, tiene una relación directa con las transformaciones económicas de los últimos siglos, de un proceso de producción y consumo fundamentado en productos de primera necesidad en una relación de 90/10, pasando por una relación de 50/50 entre productos de primera necesidad y los que no son, con la irrupción de la moda como señal de distinción, hemos llegado a una sociedad en la que la economía es desarrollada en los productos que no son de primera necesidad en una relación de 10/90, en donde encontramos dos líneas concretas: el entretenimiento y la tecnología. Son dos fuentes de producción y consumo que se relacionan y complementan, de forma que el uso que la mayoría de los individuos le da a la tecnología es para acceder a contenido o información de baja calidad. Para Lipovetski la tecnología tiene un uso infra y otro hiper: el uso infra consiste en el uso de equipos de alto nivel tecnológico, con elevados precios, para fines que están muy por debajo de sus posibilidades, es decir: los individuos acceden a equipos de alta calidad sólo para redes y selfies. El uso hiper consiste en que un solo individuo tiene acceso a múltiples dispositivos tecnológicos, sin que sea necesaria ni justificable dicha cantidad. Lo anterior es el resultado de la forma inmanente o invisible mediante la que el individuo es controlado en el mundo contemporáneo, que consiste en una construcción concreta y con fines específicos del deseo. El individuo es controlado mediante la determinación de formas de desear que, como afirma Chul Han, han operado también una reconstrucción del inconsciente. Esto es importante porque el capitalismo no ejerce una violencia directa, sino una violencia desde el deseo.

Estamos ante una estructura económica abierta y múltiple, que se impone desde el deseo y el entretenimiento, teniendo como grandes aliados a la tecnología y a las redes. Son estos los que han hecho posible la evolución del capitalismo al hiper-capitalismo, como lo afirma Lipovetski. Guattari ya comprendió esta evolución, cuando afirmó que el capitalismo iría de ejercer una fuerza externa a imponerse desde dentro del individuo, en su cotidianidad, desde lo más simple; lo que también Foucault llama el biopoder, que es cuando el individuo introspecta una estructura de poder, cuando la hace parte de su identidad. No existe ninguna esfera del individuo, ni privada ni pública, que no sea permeada por la estructura de poder, sólo que en su evolución a hiper-capitalismo, se lo hace desde la seducción.

Continuará.

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