Por Nicolas Escobar Bejarano – Nescobar216@unicauca.edu.co
La semana pasada ocurrió en Bolivia un suceso histórico e insólito que demuestra la fragilidad de las democracias latinoamericanas. Se trata del fallido golpe de estado del hoy destituido jefe militar, Juan José Zúñiga. Las imágenes, que se hicieron virales, no podrían ser más surrealistas: varios soldados reunidos en la Plaza Murillo (sede del poder ejecutivo y legislativo de Bolivia), junto a diversos vehículos blindados, entre ellos un tanque Cascabel, tratando de ingresar por la puerta del recinto.
En América Latina han existido diversos golpes de estado, pero centrémonos en los desarrollados a lo largo del siglo XXI. Por ejemplo, el golpe militar en Honduras en 2009, donde se derrocó a Manuel Zelaya, o el intento de golpe de estado en Venezuela en 2002 por el polémico Hugo Chávez, que, aunque fue derrocado militarmente, pocos días después fue restaurado en el poder por el apoyo cívico-militar.
Los golpes de estado ejecutados por militares en América Latina han tenido múltiples consecuencias negativas, afectando profundamente las estructuras políticas, económicas y sociales de los países involucrados. Dentro de estas consecuencias, la más evidente es la represión que genera la vulneración o violación de los derechos humanos, no solo de los opositores, sino también de la población. La historia nos ha demostrado que toda dictadura genera una persecución política y militar contra todos aquellos que piensan diferente al régimen, provocando así detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas. Por ello, resulta prudente y necesario realizar un llamado al respeto de las instituciones jurídicas y a la constitución en estos tiempos, en los cuales la geopolítica mundial gira hacia la derecha, olvidando los estragos causados por la misma. Hacer memoria es un deber de todos.
