viernes, junio 28, 2024
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The Plush Ripper

Por Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X@moldergc

Capítulo I_58.

Wolf Creek Nuclear, El desastre nuclear en suelo americano. Capitulo III.

A lo largo de la historia del hombre ha habido líderes nobles, ideas justas y gobiernos buscando la equidad. El mal inherente en el alma del mismo hombre, las fuerzas esparcidas en la naturaleza y esa búsqueda insaciable del ser humano por encontrar respuestas están allí perennes. Igual que los poetas cuando escriben un verso afirman que una voz les habla al oído; para el hombre común aplica lo mismo. La pregunta es: ¿quién nos habla?

En el desastre nuclear de la planta de Wolf Creek, el pueblo estadounidense quedó devastado y su fe en el gobierno muy debilitada, pero la prioridad eran las personas y continuar con la vida. Un científico canadiense, buscando una mejor cura contra el Covid-19 que mejorara el sistema inmunológico, cometió un accidente al usar la vacuna en sí mismo, resultando en una nueva vacuna contra el cáncer. En una amplia variedad de la enfermedad, la nueva vacuna curaba con éxito a un alto porcentaje de los vacunados. Científicos del proyecto Tesla, buscando mejorar los sistemas de extinción de incendios en sus naves espaciales, crearon accidentalmente una espuma que, usada en lugares contaminados por radiación nuclear, disminuía considerablemente esa radiación.

Un grupo original de milicias del Estado de California, nutrido de una mezcla muy diversa de personas que en circunstancias normales no se hablarían, se había unido. Aborígenes americanos, miembros del Ku Klux Klan, del Partido Nazi Americano, nuevos miembros de los renacidos Panteras Negras, ateos, cristianos, musulmanes y ecologistas formaban esta comunidad. Una mezcla fanática de ideas antisistema, anticomunismo y antiglobalización constituía su fe. Cientos de milicias más en todo el país se nutrieron de nuevos integrantes, homogéneos en sus miembros e ideas. Todos al unísono creían que el desastre nuclear fue culpa de los enemigos de Estados Unidos y de sus aliados internos, que había comenzado con las vacunas contra el Covid-19, la agenda global —que buscaba un solo gobierno y una nueva religión— y ahora desastres nucleares que buscaban acabar con el pueblo americano. El miedo produce más miedo, y todas estas personas, que eran miles, creían firmemente en un apocalipsis zombi resultado de la contaminación nuclear.

La mayoría del pueblo estadounidense se había unido en la tragedia y ahora con las buenas noticias de los hallazgos para la disminución del cáncer y la contaminación radiactiva. Un fervor religioso sin precedentes unió a la nación; en parques, bosques, puentes, salones y caminos, hombres y mujeres oraban cada uno en su propia creencia.

El gobierno y su grupo de asesores científicos, gracias a la eficacia de los procedimientos implementados por los nuevos descubrimientos, consideraban que en un plazo de ocho años el nivel de contaminación sería soportable para los seres humanos y se podría retornar a sus lugares de origen para vivir con todas las precauciones posibles. Se denominó este período “las largas vacaciones“. En quince años, el rastro de contaminación en el ambiente sería nulo, en comparación con los miles de años que puede quedar contaminada la tierra por un desastre de este tipo.

Los que se habían unido a las milicias y sus líderes vieron que la oportunidad de hacer su revolución se estaba esfumando y planearon ataques coordinados contra centrales nucleares, acueductos, centros de acopio de semillas y cualquier tipo de lugar que afectara a la mayor cantidad posible de población, todo esto para culpar a los enemigos de Estados Unidos.

Shirley conoció este plan, no lo alentó, pero permaneció callada. Había dado armas y logística a todo este grupo de extremistas, asegurando que ninguno de sus negocios se viera afectado. Aumentó las acciones en las empresas farmacéuticas y de alimentos, sabiendo que, si las cosas salían como lo planeado, ganaría miles de millones.

Los Caballeros de las Tres Órdenes debían empezar a trabajar. Los servicios de inteligencia estadounidenses habían despreciado esta información sobre ataques terroristas, algo que ya había sucedido en muchos casos a lo largo de su historia.

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