martes, julio 2, 2024
No menu items!
spot_img

The Plush Ripper

Por Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X @moldergc

Capítulo I_49.

Los experimentos: Los Alpes, el grimorio perdido. Parte IV.

Cuando el Reichsführer se recuperó del golpe, se encontró atado a una silla de madera en un lugar desconocido. En ese rincón húmedo y sucio lo dejaron durante tres días bebiendo solo agua. Perdida la noción del tiempo, maldijo y amenazó a todos con enviarlos a Auschwitz cuando estuviera libre, no sin antes torturarlos en persona. Estaban allí presente varios de la Orden Negra, aquellos que no usaban uniforme. Los oficiales de la SS empezaron a llamarlos Zauberer –que significa “brujo” en alemán-. Ellos no actuaban a las órdenes de un líder definido, sino que sus decisiones eran tomadas en grupo.

Empezaron el interrogatorio. Uno de ellos inquirió sobre su vida en Berlín cuando se graduó de la Academia de la Policía; otro le preguntó cuándo fue enviado a Brandemburgo como oficial de la SS; todos sentían curiosidad por aspectos de su vida en Alemania, de su carrera académica y de su experiencia como oficial. -“¡Que les importa, malditos!”-, respondía. -“Hemos revisado tu hoja de vida con minuciosidad, hemos llamado a los contactos, hemos hablado con el espectro: Eres el elegido para el sacrificio. Debes sentirte honrado, tu muerte ayudará a ganar la guerra. Mataste a varios niños alemanes cuando eras policía; luego pasaste a matar mujeres; siendo oficial de la Policía, mutilaste a varias personas; luego, desviaste las investigaciones dentro de las SS, culpando a seres inocentes. ¡Eran nuestros hijos, arios puros, maldito psicópata! -“ lo acusaron los brujos.

A pesar de su alto cargo, el Reichsführer había sido sometido y degradado. -“El fin es el Reich y la supervivencia de la raza aria”- sentenció un brujo.

El Ente que se comunicaba telepáticamente con los brujos les informó que la víctima escogida no debía ser un judío o algún miembro de las razas que ellos consideraban inferiores, sino un niño ario de los católicos de Baviera que apoyaban a Hitler. Los brujos no lo pensaron mucho y mandaron un comando de las SS a ejecutar la orden. Un precioso niño de cinco años fue la víctima propicia.

En un parque frente a su hogar, el niño ario fue arrebatado a una familia nazi promedio, cuyo padre trabajaba como oficinista del partido. Como pertenecientes a los católicos practicantes, el infante conservó hasta su secuestro una cruz latina colgada a su pecho. El burócrata se quejó por la desaparición de su hijo ante la Policía, que hizo una búsqueda exhaustiva. Los nazis, que no toleraban ninguna desviación a la ley, hicieron su mejor empeño. Se culpó y castigó con la horca a un obrero polaco, traído como mano de obra barata, y que había cometido algunos pequeños robos a residencias; la justicia determinó que él era el culpable de la desaparición del chico, pero desgraciadamente, su cuerpo no se pudo localizar. Una orden dada directamente por el SS Sturmbannführer, jefe local de la Gestapo, desvió la investigación, que iba por buen camino.

Un viernes 13 fue la fecha escogida para la nueva y última invocación. – “Después de muchos años, La Providencia nos bendice”-, exclamó un brujo a sus iguales. Todos aullaron, gritaron y lloraron de felicidad. Se arrodillaron, orando una plegaria en un idioma antiguo y se santiguaron al revés. A las 3 de la mañana se hizo el rito. Luego de las oraciones acostumbradas, las palabras dichas y el incienso que aturdía, el Ente apareció.

Los brujos oferentes llevaron consigo al niño y al nazi caído en desgracia (el cual accedió porque, de lo contrario, su familia pagaría con su vida). El antiguo líder de la SS lo conjuró, hablando a través de su cuerpo. Así, el demonio que lo poseía ordenó: -“deben ser quemadas todas las banderas nazis con la cruz gamada”-. Los brujos gritaron al unísono: -“¡traedlas todas!”-. Unas guardias de las SS, bastante indignados, las llevaron: eran las banderas que estaban en los cuartos de los investigadores, las izadas en las habitaciones de los líderes SS, y también la que se izaban afuera, en una pequeña colina. Un brujo las introdujo al laboratorio del conjuro, y el Ente, ya separado del nazi, las escupió, luego las pisoteó y con su mano las prendió con un fuego que salía de todo su brazo.

DEJA TU COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

ARTICULOS RELACIONADOS

NOTAS DE INTERÉS

- Publicidad -spot_img

Comentarios recientes

Carlos Alberto Manrique Barrios en Colombia: Un País Festivo
Francisco samboni en Las formas de la adivinación
Diana Bolena Sánchez hoyos en Adán y la primera vez
César Augusto en Filosofía de los Afectos 7
Alvaro Diaz en Madre, en tu día
Fernando Acosta Riveros en Mujeres en el siglo XXI
El Liberal en Loro Orejiamarillo
ALVARO EFREN DIAZ SEDANO en Loro Orejiamarillo
David Fernando Fernández Montilla en Las araucarias mueren de pie
Carlos Alberto Manrique Barrios en Mesa de dialogo de la Cultura y el Turismo en Popayán
Fany bolaños en Majan