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Una experiencia mística y ultrasensorial más allá de la Fe

Por Juan Manuel Rincón

Desde niño he sentido admiración por el arte ortodoxo y su iconografía, aquellas pinturas donde el plateado y el dorado saltan a la vista, que no son simplemente delicados trazos de un pincel, son imágenes que mantienen viva la santidad y ejemplo de santos entre otras divinidades cristianas. Son objetos sagrados que promueven una energía espiritual a aquel laico piadoso que las observa, que revelan su significado más allá de la observación y la contemplación sensorial, según lo expresó el experto en arte Nikodim Pavlovich, estas obras de arte se convierten “en el símbolo único de la fe”, de una manera más espiritual el Apóstol San Pablo en alusión a ellas en una de sus Cartas a los Colosenses escribió: “Cristo es la imagen Visible del Dios Invisible”.

No había tenido la oportunidad de tener un contacto directo con alguna obra de arte de la Iglesia Ortodoxa Rusa, excepto por las imágenes de las enciclopedias, de los libros de arte o de Internet, o quizás a través de las transmisiones televisivas de las misas del 7 y 14 de enero con motivo de la Navidad y Año Nuevo, según el calendario Juliano y presididas por Su Santidad el Patriarca Kirill – Cirilo en una forma españolizada -, quien es el Patriarca de Moscú y Todas las Rusias, el máximo jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa y cuyo trono está en la Catedral de Cristo Salvador en la capital Rusa.

Pero aquella admiración traspasó las imágenes y se convirtió en una experiencia mística, un momento espiritual y un recuerdo inolvidable.

Cuando estuve en Sochi participando del Festival Mundial de la Juventud, tuve la oportunidad de conocer una iglesia ortodoxa rusa.

Durante mi estadía en esta ciudad costera del Mar Negro, caminé varias veces por una transitada calle donde está ubicada una bella iglesia de color blanco y cupulas doradas. Cierto día, con una temperatura aproximada a los 10 grados centígrados, en tiempos de invierno, decidí acercarme a la placa dónde está impreso su nombre y leí: Iglesia de la Asunción de la Santísima Virgen María. Tomé la decisión de entrar a descubrir aquella admiración inexplorada.

Al cruzar la puerta me dio la bienvenida el padre Artemy Efimov, quien se presentó como el rector de la parroquia, lo saludo y le digo que soy de Colombia, a lo que él hace un gesto de sorpresa y me dice que le agrada recibir alguien desde tan lejos, me comenta que antes de mi visita habían ido jóvenes de Argentina, Brasil y otros países donde hay una mayor feligresía ortodoxa.

En un ambiente silencioso, hospitalario y con tono bajo me contó que la iglesia está recién construida y decorada al estilo bizantino, al igual que su arquitectura, me explicó acerca de los iconos que adornan este espacio espiritual entre los que están, una imagen de la Theotokos – Madre de Dios -, el Niño Jesús y un Pergamino y otra de San Jorge, estás pinturas tienen más de un siglo. Y en el techo de la entrada, un mural con un reciente tocado del protector arcangel San Miguel.

La pintura de la Madonna o Theotokos es un pequeño retablo en el que se retrata a la Virgen María con un rostro de trazos sencillos y en un modo pensativo, sosteniendo en su regazo al Niño Jesús, los dedos de su mano derecha están haciendo un gesto de bendición que es representativo de la iconografía oriental, que también hace alusión a la Trinidad, la Unidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, así como la veracidad de la Encarnación, la unión de lo Divino y lo humano, que se representa en el cuerpo de Jesucristo en todas sus expresiones.

Los colores que prevalecen en este lienzo son el infaltable dorado de fondo y en las aureolas de las divinidades, un azul oscuro que cubre el manto de la Virgen y la túnica del niño, y un rojo intenso sobre las costuras del manto maternal y la manta que cubre al niño.

A diferencia de las representaciones que conocemos en este lado del mundo en el que prevalecen los colores vivos, un sin fin de detalles estilo barroco o una perfección de los rostros y las partes del cuerpo al estilo renacentista. En esta obra de arte lo que llama la atención, es como la sencillez de una imagen, actúa como un imán, incentiva a que el observador tenga que verla varias veces y sentirse atraído no solo por lo que observa, sino por su mensaje: la protección, el incondicional acompañamiento de una Madre y la confianza de aquel niño que sabe a temprana e inocente edad que será el redentor del mundo.

El otro cuadro muestra el tradicional fondo dorado y unas montañas que evocan un paisaje desértico, como epicentro de este marco, está la imagen de un guerrero con un rostro sereno y tranquilo, cabalgando en un corcel blanco sujetando una lanza que atraviesa una serpiente; sobre su espalda está una capa roja en forma de ala de ángel; sobre su cabeza está posado un ángel poniéndole una corona dorada y en la esquina izquierda como un detalle a destacar, hay una mano bendiciendo a aquel hombre valiente, representando al único Dios de los cristianos. Esta es la representación de San Jorge el Victorioso, símbolo de valentía, justicia, dignidad y calma.

Este santo es conocido por la leyenda que relata que mató un dragón liberando los territorios de las actuales Líbano y Siria de esta oscura amenaza. Pero más allá del mito, San Jorge es ejemplo de humildad, es un testimonio firme de la Fe cristiana, pues al enfrentarse contra el emperador Diocleciano ante la persecución de los cristianos y su declaración de ser un dios, fue torturado y se convirtió en un mártir junto a otras miles de personas que siguieron su huella.

Además de ser venerado en Rusia, es tal su importancia que aparece en el antiguo escudo de armas de la ciudad de Moscú.

Como no podía faltar, hay otro cuadro pequeño que pasa desapercibido a primera vista, pero tiene un poder inmenso, es la imagen de Cristo bendiciendo con su mano derecha y en la izquierda sostiene la Biblia de color dorado y su túnica es de color púrpura y verde.

Al finalizar mi visita a la Iglesia el padre Efimov oró, me bendijo y me obsequió un libro sobre la historia y la cultura del sur de Rusia y el extranjero, con el cual he comprendido más la cultura rusa, la de sus países vecinos, pero antetodo la religión como un elemento unificador y guia sociocultural de estos pueblos.

Quizás mis descripciones son muy sencillas al igual que los trazos de estas patrimoniales reliquias. Y es que no se trata de descifrar un ícono ortodoxo, porque más que tener una habilidad para descifrarlas, se trata de sentirlas, de vivenciar el poder que tienen estas imágenes, como que el icono te observe antes de ser mirado, se genere una conexión energética entre el mundo invisible por medio de una obra visible, los sentidos actúen más allá de la ilusión del tiempo y el espacio siendo motivados a observarlas sin cesar.

El estar en contacto con estas obras de arte aquiropoeta, en las cuales la creación divina supera las manos de los pintores y artistas, para mí es una sensación indescifrable e inolvidable. Este encuentro espiritual con la Iglesia Ortodoxa Rusa no fue una simple casualidad, visitar la Iglesia de la Asunción de la Santísima Virgen María fue fortalecer una alianza con la misma patrona de Popayán – mi ciudad natal -, también, este templo simboliza la reparación y preservación de la memoria de los antepasados de la comunidad de los antiguos creyentes de Imereti, aquellos Nekrasovitas que huyeron a Turquía y cuyos descendientes volvieron a sus raíces, exaltando de esta manera la fidelidad a los valores históricos y la devoción de su comunidad, en semejanza con el Cauca sería intentar una futura reparación a aquellos campesinos paisanos que son víctimas del desplazamiento forzado causado por un interminable conflicto interno. Y como un detalle adicional el presidente de la Federación Rusa Vladimir Vladimirovich Putin dio la orden para su construcción y participó de la inauguración de este asentamiento de reparación, y fue él quien también me permitió estar en esta ciudad y haber vivido esta experiencia en este templo.

Este texto además de mencionar un bello recuerdo es también una expresión de alegría, porque hoy 5 de mayo, junto a millones de ortodoxos me uno al eterno grito de júbilo de Pascua:

“Христос воскресе”, “Воистину воскресе!”

“Cristo ha Resucitado” , “Verdaderamente ha Resucitado”

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