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Ansiedad o angustia: Similitudes y diferencias

Por LENNY Z. PITO BONILLA – @CreaciónpsicologíaXXI

Ambas son emociones, generadoras de estados mentales que pasan por el desagrado, el desasosiego o el malestar, con significativo impacto físico y psicológico. Son cada vez más recurrentes y se presentan en un mayor número de personas alrededor del mundo, debido a los acontecimientos de los últimos años; una tercera década del siglo que se inauguró con el Covid-19, para continuar con la post pandemia, guerras y múltiples desafíos que parecen no dar tregua, desencadenando situaciones casi permanentes de estrés, que van desde lo local hasta lo internacional. Finalmente, algo que las identifica que es que pueden convertirse con facilidad en trastornos mentales, los que requieren de atención especializada.

Ahora bien, la gran problemática es que se están usando las palabras ansiedad y angustia de manera indiscriminada para nombrar lo mismo, además como sucede con otras condiciones psicológicas las personas se están auto diagnosticando o a otras, sin tan siquiera conocer lo básico de los conceptos, algo por supuesto muy grave. De ahí la importancia de asumir mayor responsabilidad con nosotros mismos y los demás, por lo que los invito a ocuparse de conocer sus diferencias básicas, lo que facilita en la práctica poder identificarlas, afrontarlas mejor y al experimentarlas buscar soluciones efectivas.

La ansiedad, es una de las emociones naturales que nos acompaña durante todas las etapas de la existencia. Según la psicología, frente al peligro eminente, es una respuesta adaptativa en todo ser humano desde bebé y junto al miedo, impulsa a la reacción ante condiciones de riesgo reales. Hasta este punto la emoción es favorable y lleva a la acción ya sea de huida, enfrentamiento o protección. La dificultad empieza cuando se incrementa la intensidad, persiste o se torna predominante ante causas irreales o que solo están en la mente de la persona, hecho que amerita de atención psicoterapeuta, en especial cuando se dan episodios críticos o permanece durante un largo periodo de tiempo.

Se manifiesta a nivel fisiológico como sudoración, dificultad para respirar, sensación de mareo, deficiencia en el habla, aceleración del ritmo cardiaco, movimientos involuntarios o inquietud entre pecho y espalda.

Los síntomas psicológicos son el impulso a anticiparse al peligro que es inminente, pero también a percibir un peligro que no se puede definir o es imprevisible, dificultad para tener pensamientos racionales o lógicos dando paso a unos intrusivos y desordenados, miedo a la muerte, la locura o la pérdida de control, sentimiento de irrealidad, no poder elegir o concentrarse, negatividad o pesimismo.

Entre tanto, la angustia no es considerada como adaptativa ya que lejos de contribuir al enfrentamiento o la huida del peligro, paraliza. Se percibe el futuro riesgo, sin embargo, no se puede tener control sobre él por lo que la sensación es de indefensa, imposibilitando la solución y permitiendo que en realidad suceda lo que tanto se teme. Lo anterior se acompaña de sufrimiento e impotencia creyendo que nada se puede hacer para resolver la situación.

Aunque en la mayoría de los casos hay una causa de peligro real, en otras es una conexión existencial, por ejemplo, con la tristeza profunda, la depresión e incluso ciertos cuadros psicóticos. De ahí también la relación con los ataques de pánico, cuando frente al miedo la persona se paraliza por completo, no puede actuar o lo hace descontroladamente.

Los síntomas se asocian con la desesperanza, el pesimismo, la impotencia, la incapacidad de elegir, decidir o tomar acción porque el cuerpo se inmoviliza, aparecen malestares gástricos, presión fuerte en el pecho o llanto incontrolado.

Es importante estar claro sobre la ansiedad y la angustia, en la medida en que pueden aparecen de manera simultánea, lo que dificulta diferenciarlas, pero una señal significativa en su observación e identificación es que por lo general la primera está vinculada con el movimiento y la agitación, mientras que la segunda es paralizante, inmoviliza y estanca.

Emociones que como tal pueden ser manejadas desde la inteligencia intrapersonal sin general problemas o mejor ser combustible para la acción positiva, cuando persisten, se profundizan e intentan hacer nido en el alma, hasta tornarse insoportables y un martirio para el proceso natural de la cotidianidad, entonces es fundamental poner mucha atención, aceptar que algo a nivel mental no anda bien y como sucede con los malestares corporales buscar la consulta con un profesional de la salud mental.

Recordemos que estos son temas relacionados con el amor propio, el autocuidado y el bienestar, integral no asunto de «locos».

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