En la escuela de Jambaló, una voz interrumpió la clase de música: “¡Profe, profe, entren a los niños que están hostigando!”. En ese momento, los chicos practicaban percusión en el patio mientras otros intentaban hacer sonar instrumentos como el clarinete, la trompeta, el corno y el saxofón en el salón.
Por REDACCIÓN EL NUEVO LIBERAL
Este es el relato del profesor de música Leonardo Correa quien expresa a través de su relato como tuvo que vivir con sus estudiantes en el resguardo de Jambaló, los hostigamientos enfrentamientos armados.
-¡¡ Profe, profe¡¡ Entre a los niños que están hostigando!!- Fue la voz que interrumpió mi clase de música.
En el patio de la escuela tenía yo a cuatro chicos haciendo ejercicios técnicos de percusión. En el salón tratábamos de hacer sonar los instrumentos, unos el clarinete, otros la trompeta, alguno el corno y otros el saxofón… había un niño haciendo vibrar la boquilla.
Entonces vi cómo, a empujones, los niños de afuera se abrían paso mientras arrastraban su instrumento, procurando refugio. La cabeza se me creció y por varios segundos no supe que hacer (Uno jamás se acostumbra).
– Tirémonos al piso- dijo un niño que me miraba con ojos de profunda paz, como diciéndome con sus ventanas bien abiertas que todo estaría bien. Les pedí que nos hiciéramos pegados a la pared que, según yo, estaría libre de cualquier impacto, sentados y guardando la calma, todos juntos, como queriéndonos tomar de las manos, pero con la timidez normal de un grupo que apenas se está consolidando.
El celular comenzó a timbrar. Intenté contestar, pero la señal, como es normal en estos lugares, no ayudó. Varios intentos, de distintos números. Sonaban voces entrecortadas al otro lado de la señal “no deje salir a los niños” “dígale a mi hijo que no se mueva de allí, ya paso por él”… y otras voces más, desesperadas, intentando saber por sus hijos.
El sonido ensordecedor, a veces seco, a veces con eco, otras veces lejano y casi siempre atrás de nosotros, hacía que nos inquietáramos más.
Por un momento sentí que había pasado largo rato sin mirar a mis estudiantes, así que volteé mi rostro hacia ellos y noté que una niña lloraba sobre su instrumento, mientras su hermano la tomaba de los hombros. Había otros con sus ojos entre aguados pero sonrientes procurando una calma ya rota.
Pensé que no era justo apagar la ilusión que traían los niños por practicar en su instrumento, así que me levanté, organicé el piano y les pedí que continuáramos la clase.
Vi como el rostro se les iluminó y noté que con gran agilidad se fueron incorporando para seguir con la clase. Quise que sus instrumentos fueran el refugio para ese momento tan angustiante, y por un par de minutos lo logramos. Irónicamente los sentí más conectados conmigo y yo me sentí más responsable que nunca por sus vidas.
Jambaló, 16 de abril de 2024.
Para
Gustavo Petro, presidente
Ministerio de Cultura
Plan Nacional de Música para la Convivencia
Asodibandas
Red de Escuelas de Música del Cauca
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Fotos suministradas
