domingo, junio 30, 2024
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¡Entonces…qué!

Por JESÚS ASTAÍZA MOSQUERA.

No entiendo por qué nos metemos en el atolladero de discutir si somos: indios, españoles, mestizos, negros o.“desraizaos”. Antes de la llegada de Cristóbal Colón, éramos indios, respondió el más aventajado de los contertulios. Pero ¡cómo!, comentó el Abuelo: ¿acaso alguien sabe cómo se llamaban los indios antes de la llegada de los españoles? Si ni siquiera los españoles habían desenredado su revoltillo de razas y lenguas, ahora nosotros, -de caribes o chibchas, incas o pubenenses-, vamos a saberlo, y mayormente después del “arrenjuntamiento”, cuando quedamos más revueltos que “hastai”. Somos un poquito de todos y con el correr del tiempo, más mestizos donde.

De inmediaato se prendió el calentamiento regional, porque cada quien empezó a sacudir el árbol genealógico hasta dejarlo sin hojas…-de vida-, porque aparecieron las combinaciones, sobre todo cuando se miraron la cara, la nariz, el pelo, la boca, los ojos y hasta el juanete. El nombre de indios o indígenas surgió cuando a CRISTOBAL COLÓN le dio por buscar las INDIAS ORIENTALES y después de salir de Palos de Moguer se topó con ellas de pura chiripa, y creyendo no estar equivocado nos bautizó, -sin confirmación cristiana-, de INDIOS, porque pensó que veníamos del mismo palo, palabra que a unos abruma y a otros beneficia, según las circunstancias de tiempo, modo y lugar.

Aquí en Colombia éramos una variada colcha de tribus, cuyas relaciones no eran fáciles, por la diferencia de lenguas, -en Pipiayancito del alma se hablaba el PUBENÉS-, variadas costumbres y caciques diferentes, como lo refieren antiguos cronistas.

Simplemente se apiñaban los del mismo “hablao, “follao” y tatuao”, -tan de moda- en las trifulcas, las mingas, los ritos y los entierros con sus oros y merienda. Los Pubenenses moradores de este valle eran agricultores, consumados guerreros y sus triunfos los celebraban con largas fiestas en el bohío del Azafate, por eso a duras penas se echaron a perder cuando vieron en la puerta a los españoles y, las pendejas niguas que oficiaban de guardaespaldas no alcanzaron a dar la alarma temprana y no tuvieron más alternativa que treparse calzoncillo arriba de los españoles, hasta las partes nobles, que era lo único que tenían de nobleza, y los sacaron como pepa de “guaba”, según reza, mejor cuenta, la historia lugareña, sin persignarse siquiera.

Entonces nace la Colonia con la mezcla impajaritable indio-española, porque uno recién llegado, pobre, necesitado y como a dos meses y tres días de España, sin contar el regreso, pues ni modo.

Los locales medio acomplejadongos ante los fuereños empezaron a copiarles desde dejar de bañarse, por aquello de que la cáscara guardo el palo hasta hablar “chapurriao” con la zeta al pico y echarse benjuí para despistar el olor a sobaquina. Los indios, como es de suponer, la mayoría fueron muetos por la ventaja del arcabuz, otros quedaron para hacer mandados y otros pubenenses se enmontaron sin dejar rastro. En todo este tiempo no hicimos otra cosa que dárnosla de españoles, comportamiento, que aún “lejo lejo” se ve. En momentos crepusculares cuando nos bañan aunque sea los recuerdos, más de uno de la parroquia desenrolla su pasado, saca a relucir la estirpe y sacándose las manos de los bolsillos opta por quitarse la sal sacudiéndose pecho abajo.

De esta mixtura de sangre aparecieron los mestizos, entre quienes se fincaron grandes esperanzas de reivindicación y poderío. Después, en 18l0, los hijos de los chapetones, se tomaron el país, pero eso sí, se llamaron CRIOLLOS, que con el tiempo se consolidaron nuevamente en MESTIZOS. Entonces, quién creyera, en los discursos políticos, en la academia y en los mentideros informales se empezó a manejar el concepto de que todos somos mestizos y que por lo tanto debemos votar por intereses “coimunes”, -por lo de las “coimas-·, porque hay fuertes lazos que nos ligan, como el de la Merlano, bajando del tercer piso.

Con la Constitución del noventa y uno, a todos nos enmochilaron en el costal de la igualdad, refrendados por el himno del Cauca que nos abrocha: indios, blancos negros, mulatos, mestizos y uno que otro “chiviao”. Sin embargo cuando uno se sienta donde no es o los tutea, de inmediato lo tratan de “igualado”. Pero resulta, que ahora, más de un poco, se cobijan con el anaco indígena para lograr el aval e inscribirse como candidato a las Alcaldías y Gobernaciones, aprovechando el milagro de que todos somos INDIOS. Al fin qué.

En la FERÍA DEL LIBRO en Cali, encontré un texto de las investigaciones de varios autores, llamado ANTROPOLOGÍAS EN COLOMBIA, TENDENCIAS Y DEBATES y allí estaba consignado un aporte muy curioso,-página 534-, cuando se hablaba del reconocimiento indígena-ético de un grupo urbano por parte del Cabildo Mayor Yanacona del Cauca, el gobernador del Cabildo dijo a uno de los solicitantes “QUE ERAN INDIOS, PERO NO TANTO”.

De vendaje, encontré el comentario de la doctora MARGARITA CHAVES, de que un indio PIJAO en los años cincuenta se había declarado MESTIZO y luego, en mil novecientos noventa y nueve al manifestar su preocupación por la nueva circunstancia establecida en la Constitución del noventa y uno, que igualó a los colombianos, dijo textualmente: ¿QUÉ VA A PASAR CON LOS INDIOS CUANDO TODOS SEAMOS INDIOS?

¿Entonces…qué?

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