domingo, junio 30, 2024
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Filosofía de los Afectos 2

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.

Para David Pusil.

¿Qué es la “mirada desde lo alto”? Con el filósofo Pierre Hadot, podemos afirmar que mirar desde lo alto es: contemplar la unidad y génesis de todo lo existente; un ejercicio de ascensión del espíritu; un ejercicio de la imaginación que consiste en unirse con el infinito y, desde ahí, contemplar sin perturbación toda la existencia; el resultado de una profunda transformación interior; es el acto poético por excelencia, porque el poeta es aquel que pretende cantar volando como la alondra.

Mirar desde lo alto es en realidad un ejercicio espiritual, que sirve para un proceso de “pulimiento” de sí mismo. Es una acción de contemplación que va más allá de lo cotidiano. Por eso quien mira desde lo alto no observa lo particular ni lo contingente, sino que pretende asumir todo lo existente como una unidad. Todo es uno y uno es todo. ¿Cuál es el objetivo? Una reconciliación afectiva con la existencia.

Pero esa contemplación de la unidad, también busca una aprehensión del génesis o del origen fundamental de todo lo que existe. Pero no de qué fue lo que originó todo, sino de qué es aquello que constituye un principio fundamental de la existencia. Esto es algo que no lo comprende la inteligencia, sino que lo comprende el espíritu de una forma intuitiva y trascendental. Es una experiencia de afirmación vital, en la que se contempla la armonía del Todo.

Para mirar desde lo alto es necesario ascender. Por eso los antiguos tenían fascinación por las altas montañas. Cuando el poeta Petrarca sube al monte Ventoux, el 26 de abril de 1336, se produjo una gran transformación en el espíritu humano: subir a las altas cumbres se convirtió en un símbolo de una ascensión del espíritu. La ascensión es una catarsis y una transformación. Para poder estar a solas con nosotros mismos, debemos ir a lo más alto.

Es por esto que la “mirada desde lo alto” se convirtió en un ejercicio de la imaginación que realizaban los filósofos, para, desde ahí, poder desplegar la potencia del pensamiento. La filosofía es en realidad un ejercicio espiritual, que consiste en una ascensión del pensamiento hasta el punto en el que se pueda crear el “concepto”. El concepto es la afirmación de una fuerza esencial de la existencia, y para esto es necesario ir más allá de lo evidente y cotidiano. El filósofo capta la fuerza que sustenta la consciencia. Y esto no se puede hacer desde lo “bajo”, sino desde lo “alto”, porque es desde ahí desde donde se contempla la unidad total.

La filosofía es un modo de vida especial, porque permite una conciencia de la totalidad, en la que no hay una perturbación por todo aquello que es banal y superficial. La filosofía consiste en ver las cosas como si fuera la primera vez que se las ve. Es una mirada inocente, fundamentada en el asombro fundamental. Que no haya perturbación no quiere decir indiferencia, sino que quiere decir que no se da nada por hecho y por dado. Lo banal y superficial solo acontece ante la pérdida del asombro por la existencia.

Nietzsche lo afirmó: “Ustedes miran hacia arriba porque desean elevación, yo miro hacia abajo porque estoy elevado”. “Mirar desde lo alto” como un ejercicio de la imaginación filosófico, consiste en asumir la existencia como si fuera infinita, entendiendo por “infinito” lo que plantea Spinoza: aquello que no tiene nada que lo limite. La consciencia de la totalidad, le permite al filósofo el ejercicio de imaginación que consiste en unirse con lo infinito, para poder crear el concepto como una fuerza esencial.

Por eso la filosofía es para Hadot un proceso de transformación integral. Se filosofa para poder crear una nueva existencia, para nada más. Por eso es correcto y adecuado decir que en la filosofía también hay procesos de “conversión” vital. La verdadera filosofía es la que nos impulsa e inspira a un cambio radical de la existencia. La filosofía es afectiva: irrumpe en la vida del individuo y la transforma para siempre.

Pero la mirada desde lo alto también es el acto poético por excelencia, porque la mirada del poeta devela lo ideal que hay en lo existente. El poeta expresa, en formas sensibles, la verdad que sustenta y hace posible todo lo que existe. El poeta es el que canta, y al cantar vuela. No hay canto sin vuelo, y no hay vuelo sin anhelo del ideal. El poeta es una alondra sagrada, que vuela hacia lo alto para recordarnos que todos somos Dioses.

Es así que Goethe canta: “Vasta, dominadora, grandiosa, la mirada abarca la vida toda que la envuelve, de cúspide en cúspide, planea el espíritu eterno que presagia la vida eterna”.

Cuando escuchamos el canto de la alondra, algo que es profundo e inexplicable se conmueve en nosotros. Tal vez sea la intuición de un mundo mejor, o el llamado de guerra para abandonarlo todo y empezar de nuevo. Una voz interna empieza a despertar y a querer desplegar sus alas.

¡Gracias!

Referencia:

Hadot, Pierre (2010). No te olvides de vivir, Ediciones Siruela.

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