Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
Para Diego Román.
¿Cómo hacer posible lo imposible? ¿es esa la dignidad de la existencia? ¿comprender y asumir que no hay nada determinado, sino que todo es una posibilidad de creación? Ese es el punto fundamental: que el individuo debe elevarse hacia un nivel de consciencia, en el que se tenga la certeza que todo puede llegar a ser posible.
La pregunta, entonces, debe transformarse por: ¿qué se requiere para una transformación integral de la consciencia?
Esto es importante porque una transformación integral y radical de la consciencia, que haga posible la creación de lo nuevo, no depende de un método o de un sistema pre-establecido. Cualquier acción o cualquier pensamiento pueden transformar a un individuo. La experiencia con lo innombrable puede acontecer en cualquier instante.
Para los griegos antiguos, lo real (fisis) es un proceso dinámico de transformación. Pero lo real no sólo se refería a la dinámica de interacción de los elementos, sino también a la consciencia o al logos que comprendía esa realidad. Es por esto que Devenir, Logos y Ser están inmanentemente relacionados: la existencia es la consciencia de la posibilidad de la transformación integral.
La dignidad de los individuos está en esa posibilidad: que en cualquier instante, tal vez en el más inesperado, se puede empezar de nuevo de forma radical.
El proceso histórico mediante el cual se llegó a percibir al cuerpo como algo determinado, es en realidad un ejercicio de control y dominación de las potencias del cuerpo mismo. Se domina al cuerpo en la acción de una pseudo-comprensión. ¿Cuál es la intención? Que las potencias infinitas del cuerpo queden latentes o se controlen. Afirmar que el cuerpo es una determinación, que cumple con unas leyes o dinámicas establecidas, es impedir que su potencia se exprese en plenitud. Lo cierto es que el cuerpo es un infinito en potencia. Lo que un cuerpo puede es indeterminado, es decir: infinito.
Lo mismo ocurre con el entendimiento. En la tradición filosófica occidental siempre se han afirmado los “límites” del entendimiento. Pero esos límites también se establecen como una práctica de control y dominación del entendimiento mismo. Determinarle al entendimiento lo que puede y lo que no puede comprender, es impedirle que despliegue su potencia creadora de consciencia. Lo importante no son los límites del entendimiento, sino los modos infinitos de entendimiento que se pueden expresar.
Ya se sabe que hay consciencia vegetal y animal, que es diferente a la conciencia humana. Pero lo importante está en afirmar que esas consciencias son múltiples y diferenciales. Hay que decirlo claramente, aunque suene imposible: cada consciencia individual es única, diferente y singular.
Por eso no tiene sentido crear un sistema filosófico para establecer límites al entendimiento. La filosofía del futuro debe crear nuevas y diferentes formas del entendimiento, en las que los límites se eliminen.
Esto último también implica un re-planteamiento de la concepción misma de lo “humano”, porque esta denota límites implícitos. Hay que empezar a pensar en una superación de lo humano, y en la creación de una nueva consciencia de la individualidad. No se trata de promover una diversidad de identidades, sino de la creación de una nueva consciencia de sí. Es verdad: se trata de hacer posible lo imposible. Pero, ¿hay otra opción ante la crisis general del mundo contemporáneo?
Si la estupidización es un proyecto global y societal de dominación, ¿la opción es dar el salto hacia la creación de lo impensable? ¿tal vez lo imposible es nuestra única esperanza?
Íncipit.
