Por: Sebastián Silva-Iragorri
Podría iniciarse una nueva era lastimosamente signada por la guerra y la violencia. Las guerras son el último refugio de la política cuando se agotan los diálogos, las conversaciones, las amenazas, las disuasiones, entonces allí aparece este recurso para imponer las razones absolutas que cada uno cree tener. En el Medio Oriente hay una larga cadena de confrontaciones por territorio, por razas, por religiones y por ideologías. Viejas rivalidades se acumulan y explotan en graves conflictos. Antiguas tradiciones se enfrentan y terminan en profundas confrontaciones. Territorios ocupados que piden a gritos liberación y crean el caos y las venganzas. Tenemos que saltarnos cerca de 4.000 años de historia para llegar al 7 de octubre del 2023 cuando unos jóvenes de Israel disfrutaban de la música y el baile y de pronto aparecen unos comandos de Hamas y masacran más de 1200 personas, violan mujeres, torturan a otras y se llevan más de 200 rehenes. Hamas se preparó años para esta acción. En lo subterráneo tenían diversas edificaciones donde en reuniones secretas construían estrategias de ataque contra Israel. En el Oriente Medio donde existen importantes yacimientos de petróleo y gas que son principales referentes de poder la exploración y explotación junto con su comercialización y transporte se convierten en elementos esenciales del mundo económico general.
Los principales países que han conformado esta zona de conflicto como Irak, Siria, Líbano, Irán, Israel, Palestina, Qatar, Emiratos Árabes, Arabia Saudita y otros colindantes sienten el impacto de la intrépida acción que por primera vez en la historia ocurre con el ataque directo de Irán contra Israel.
Estados Unidos y Gran Bretaña han influido en el pasado con su presencia en el Medio Oriente en las épocas de colonización y gobiernos a distancia. Cómo no traer a la memoria las confusiones por idiomas y religión y la fusión de razas y ascendencias. La creación del Estado de Israel produjo una gran conmoción entre sus ardientes vecinos y se produjeron en los años siguientes escaramuzas, violencias y conflictos como la llamada guerra de los 6 días que se constituyó en un rotundo triunfo de Israel en junio de 1967 contra Egipto y otros países de la zona y luego desde 1990 una coalición de países formados para atacar al Irak de Saddam Hussein. Hablar varios idiomas, muchas religiones y una mezcla de creencias y fanatismos han oscurecido la relación entre los países vecinos en el Medio Oriente y han convertido esa zona en generadora de conflictos. Allí se encuentran los golfos de Omán y Pérsico, el canal de Suez, el estrecho del Bósforo y el estrecho de Ormuz. El cierre de cualquiera de estos pasos produce conmoción mundial y alzas fuertes del petróleo. Las guerras allí libradas obedecen a preponderancias no solo territoriales sino para controlar la existencia, transporte y mercadeo de hidrocarburos que repercuten en toda la paz de Asia. Musulmanes y judíos envueltos en las redes de sus profundas divergencias prolongan el conflicto que a su vez produce desigualdades, desempleo, corrupción y violencias locales.
Israel en retaliación al bárbaro ataque de Hamas reacciona y se dedica a destruir todo vestigio de Hamas en Gaza y sus ejércitos. Hoy, aún continúa la escalada de Israel que incluso atacó el Consulado de Irán en Siria. En respuesta Irán con drones y misiles ataca a Israel que logra su neutralización con su poderosa malla defensiva. Ha faltado visión y poder de negociación de Estados Unidos. El mundo al borde de una guerra mundial pues detrás de Israel estarían Estados Unidos y gran parte de Europa, pero Irán tendría el respaldo de China, Rusia y la izquierda internacional.
La clave de la paz o la guerra mundial entonces están hoy en Medio Oriente y por sus tierras, mares, estrechos y desiertos pasa la posibilidad de nuestra conducción tecnológica a mejores días de prosperidad o la destrucción definitiva de esta civilización.
