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La elección de Jesús de vivir desde la pequeñez

Algo que siempre me ha llamado la atención es ¿por qué Jesús eligió vivir desde la pequeñez? La elección de Cristo de vivir desde la pequeñez siempre ha sido motivo de reflexión y sorpresa para muchos. En un mundo donde se esperaba un Mesías poderoso y vigoroso, capaz de resolver los problemas temporales y acabar con el mal de manera contundente, su decisión de vivir desde el nacimiento hasta la adultez como un ser humano común y corriente parece desconcertante.

Podría haber llegado como un superhéroe, imponiendo normas y aniquilando a los malos con un solo gesto, pero optó por una ruta diferente. Decidió nacer en un entorno humilde, vivir entre los pobres y asociarse con aquellos considerados como la “peor gente” de la sociedad. Esta elección plantea interrogantes sobre la verdadera naturaleza de ese Mesías esperado.

Y se le ocurre vivir todo el proceso desde el nacimiento, infancia, juventud viviendo como un ser humano cualquiera, cuando podría haber llegado a un estado adulto y ahorrarse todo ese proceso de vida y hacer lo que tenía que hacer, es decir, un sujeto que viniera con tanto poder e instaurar el orden, a dictar las normas y actuar como un Superman, que viniera y dijera tú eres malo muere de aquí. Tú haces el mal y acabo contigo y entonces se quedaba esto convertido en el mundo de los buenos. Porque se suponía que venía el Salvador con brazo fuerte para aniquilar a los malos. Pero no fue así.

¿Cómo era posible que el Salvador llegara como un hombre común, sin privilegios ni superpoderes aparentes? Aunque hacía milagros de sanación. La respuesta yace en la comprensión de que el verdadero poder de Cristo radicaba en el amor. Su humanidad no era perfecta, con toda su fragilidad y vulnerabilidad, nos enseña que el poder del amor es infinito.

A través de su ejemplo, Cristo nos revela que el verdadero poder reside en ser amados y en amar a los demás. Esta idea desafía las concepciones tradicionales de poder basadas en la fuerza y la dominación, y nos invita a reflexionar sobre el poder transformador del amor.

En última instancia, la esencia de Dios es el amor, y el poder más grande que podemos poseer es el poder de compartir y experimentar ese amor. En un mundo obsesionado con la búsqueda de poder y dominio, la lección de Cristo nos recuerda la verdadera naturaleza de la grandeza: la capacidad de amar y ser amado.

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