martes, julio 2, 2024
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Mujeres de la Fe

En este espacio de reflexión, quiero dirigir mi reconocimiento y gratitud hacia aquellas mujeres que, en ocasiones, pasan desapercibidas por la sociedad, pero cuyo trabajo y dedicación merecen ser resaltados. Me refiero específicamente a las Mujeres de la Fe, quienes, en silencio y sin buscar reconocimiento, realizan una labor extraordinaria en favor de los más necesitados.

Es necesario reconocer el papel de las Mujeres de la Fe, especialmente en el contexto del Día Internacional de la Mujer que conmemoramos la semana pasada. En estos días de reflexión y perdón, sus contribuciones merecen ser destacadas, pues su labor en los caminos ministeriales es verdaderamente admirable. Aunque la conmemoración suele enfocarse en la mujer luchadora y empoderada, es importante recordar que la diversidad de experiencias y roles de las mujeres también merece ser celebrada y respetada.

Es posible que algunas personas consideren que estas mujeres no encajan en la conmemoración, especialmente en referencia a ciertos aspectos históricos de la Iglesia. Sin embargo, con el paso del tiempo, he aprendido a reconocer su importancia y valor. Las religiosas, monjas o como prefiramos llamarlas, desempeñan un papel vital en la comunidad, brindando consuelo, alimentando al hambriento y socorriendo a los heridos. Aunque sus acciones a menudo pasan desapercibidas, su compromiso con los más necesitados y su fe inquebrantable son dignos de admiración.

En un mundo que valora cada vez más la igualdad y la diversidad, es crucial aprender a respetar y valorar la contribución de todas las mujeres, independientemente de su rol o contexto. Ellas también cuentan, porque son nuestras hermanas y su labor es fundamental para el bienestar de la sociedad en su conjunto.

Conozco a mujeres extraordinarias cuyos testimonios de vida son una inspiración para todos nosotros y nosotras. Son aquellas que, a pesar de vivir en contextos marcados por la guerra y la adversidad, mantienen viva su fe y dedican su vida a ayudar a los más necesitados. Son testigos vivos de la fuerza y la esperanza que la fe puede brindar en medio del abandono y la desesperanza.

No sé si recuerdan el caso de la hermana Gloria Cecilia Narváez, una religiosa colombiana quien fue secuestrada por yihadistas en Malí durante cuatro largos años. Su valentía y su compromiso con los más vulnerables son un ejemplo de la verdadera esencia de la fe y la solidaridad humana.

Estas mujeres, aunque a menudo invisibles a los ojos del mundo, son también verdaderas heroínas que han elegido dedicar sus vidas al servicio de los demás. Su labor en favor de los pobres es un recordatorio poderoso de la importancia de la compasión y la acción en el camino hacia un mundo más justo y humano.

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