martes, julio 2, 2024
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The Plush Ripper

Por Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X@moldergc

Capítulo I_55. El Grimorio Perdido. Parte Final.

Hay una historia maldita que se narra en el “Grimorio Perdido” y también en “El Libro”. La diferencia es que éste último transmite a la humanidad una visión esperanzadora cuando llegue el Anticristo; en cambio, en el Grimorio Perdido el panorama es escalofriante, ya que el Anticristo y sus fieles dominarán la Tierra por milenios.

En la batalla de Stalingrado, durante la invasión de la Alemania Nazi a la Unión Soviética en 1942, cuando prácticamente se estaban aniquilando los dos formidables enemigos, los esotéricos que trabajaban en bandos opuestos -pero seguían un mismo fin-, solicitaron una reunión de carácter urgente entre los altos mandos de las SS y la policía secreta soviética -la NKVD-. La reunión se realizó en la Alta Silesia.

Los brujos de las diferentes facciones se saludaron con gran admiración mutua por la obra conseguida en los campos de la muerte: una labor planeada y ejecutada con gran habilidad y sin paralelo en la historia de la humanidad. La Conferencia de Wannsee implicaba para los nazis la -solución final- al problema judío. A su vez, la Conferencia de Onega significaba para los soviets el exterminio de todos los elementos contrarrevolucionarios. Ambas ocurrieron en mansiones alrededor de dos lagos de imponente belleza.

En una villa de la Alta Silesia, los brujos habían visto el futuro en las cartas y en los planos astrales. – “Camaradas, de seguir así se aniquilarán, las potencias occidentales ganarán la guerra, lo cual es impensable”- dijo, casi gritando, un brujo del bando nazi. – “Debemos llegar a un acuerdo honorable, igual a cuando nos dividimos Polonia”, recalcó un nigromante soviético. Luego de un acalorado debate que duró varias horas, los burócratas concluyeron que Alemania debía retroceder desde Stalingrado, las nuevas fronteras serían creadas, volverían a ser aliados y el mundo caería ante ellos.

Un nuevo pacto de no agresión fue firmado entre los soviets y los nazis -igual al antiguo pacto Molotov-Ribbentrop-. Pero lo que este acuerdo desencadenó fue terrible.

Con el tiempo, el Reino Unido y su Commonwealth se rindió frente a esta alianza. Tomó el mando un gobierno aristocrático y fascista que aceptaba con agrado las ideas racistas y supremacistas, y estaba siendo apoyado por una gran parte del pueblo. En su ámbito de influencia y su Comunidad de Naciones, estas ideas fueron implementadas con entusiasmo. La isla de los ingleses no fue invadida, ya que se les consideraba como iguales. Lógicamente, los judíos, los gitanos, los negros y demás razas indeseables, fueron aniquilados: se crearon varios campos de la muerte en la isla y miles en sus colonias por todo el mundo.

Con los tiempos modernos, las cámaras de gas se fueron modificando y mejorando con venenos más rápidos y letales. Los hornos de cremación se optimizaron, consiguiendo incinerar a las víctimas con más rapidez y a mayor temperatura para obtener como resultado cenizas finísimas.

Estados Unidos no pudo sobrellevar el peso de la guerra solo; ya con sus aliados vencidos en Europa, también se rindió. La nación americana fue dividida en tres: al occidente, la zona alemana nazi; al este, la zona de la Rusia bolchevique; por último, la zona japonesa.

A América Latina no fue necesario invadirla: quedó incluida en el Nuevo Orden Mundial dentro de la zona de influencia alemana: gobiernos corruptos y tiránicos aplicaron iguales medidas para los llamados “indeseables”.

El 20 de abril de 1948, día del cumpleaños de Hitler, un guardia de la SS llamó por teléfono a la Cancillería en Berlín. La conversación quedó registrada para la historia. Llorando de alegría, con la voz entrecortada por la emoción, exclamó: – “Mi Führer, el último judío en Europa ha sido eliminado” -. Sin inmutarse, Hitler respondió: “el pueblo alemán ha cumplido”. Se declaró ése como “el Día de la Raza y de Europa” y hubo celebraciones por todo el orbe.

Dos años después, los soviéticos publicaron la noticia de que toda Asia estaba libre de judíos. Asia entera pertenecía a su zona de influencia y era dominada por ellos. Japón reclamó China, Vietnam y una parte de Corea. África, en el sur y el norte, eran protectorados alemanes.

Un día de enero de 1951, se reunieron los aliados del eje Japón-Rusia-Alemania en New York y declararon: – “La humanidad está libre de judíos”-. Aquellos que tenían mezcla judía en su sangre fueron igualmente aniquilados: las leyes nazis acerca de los judíos fueron implementadas en el mundo entero.

Todos, industriales, altos y medianos cargos de las potencias vencedoras, y hasta el más insignificante burócrata, se lucraron con la esclavitud, el robo descarado y el exterminio de todo un pueblo en los campos de la muerte. A su vez, la depravación humana llegó a su punto máximo, con todos los inocentes involucrados, masacrados y violados para su diversión personal.

Las SS, la NKVD -el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética- y el Kempeitai japonés vivían como los nuevos señores feudales en sus territorios respectivamente conquistados y al mando de los campos de exterminio.

Cuando se asesinó el último judío, los gritos, los sollozos, las lágrimas, el dolor y la angustia terminaron en los campos de concentración. Un silencio maligno se desplegó sobre esas tierras. Los oficiales, científicos y esotéricos quedaron pasmados. Su misión se había cumplido. ¿Qué deberían hacer ahora? Su propia forma de vida criminal quedaba en el limbo. Pensaban que los campos de la muerte y los hornos no deberían parar nunca, por el bien de la humanidad. Los ideólogos nazis, comunistas y japoneses concluyeron que los esclavos no deberían faltar nunca: la nueva solución final sería dedicada a la raza negra.

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