Por Elkin Franz Quintero Cuéllar
Pedregal es tierra predestinada donde la inspiración crece espontáneamente.
En Colombia y en espacial en el Departamento del Cauca los tiranos han sembrado la cizaña y erigido su trono de iniquidad sobre los escombros de la anarquía. Por su gracia no hay para nosotros ley, ni derechos, ni patria, ni libertad. Los de mi generación nacimos errantes, proscriptos y con la ilusión de volver a casa recorremos el mundo. Por culpa de la guerra nos ha tocado una herencia maldita: obscuridad, humillación, servidumbre, exclusión. El patrimonio que nos legó la revolución y la violencia jamás cubrirá los sacrificios de nuestros heroicos padres.
El en Cauca a excepción de los indígenas, los campesinos somos una raza de maldición, destinados por una ley injusta a sufrir el castigo de los crímenes y errores de la generación que nos gobierna. A sufrir la discriminación y observar impotentes como se marchita la tierra de nuestros ancestros. Desde hace ya varias décadas se nos ha prometido un cambio, sin embargo, nuestro suplicio es igual al de Tántalo.
Parece un viejo cuento chino, pero nuestro amor a la libertad es una quimera, nuestros votos por el cambio ineficaces. Una falacia a pesar que estamos en la edad y con fuerza bastante para decir “NO MÁS, sin embargo, la estupidez triunfante nos domina y cuando queremos hablar o gritar para quejarnos no es posible. La ley del más fuerte nos oprime ya sea a razón del fusil, la cruz o la biblia.
En los caminos del Gran Cauca no calla el estruendo del cañón, y cada mañana despertamos sin ilusión, porque encontramos nuestra amada y exuberante tierra convertida en un desierto sembrado de cadáveres y ruinas. En sus valles y colinas ha vuelto a ondear un pendón ensangrentado y fratricida de raro color. Ante tal afrenta todos callan, y quizás, bajo la sombra del despotismo, mudos y dóciles en perpetua adoración en torno al ídolo seguimos ilusos.
Se acerca la negra noche, a lo lejos el monstruo de siete cabezas sale de su madriguera, mientras afila sus garras, vacilamos cuando la tiranía se ceba en las entrañas de nuestros territorios.
¿Qué dirían allá en sus tumbas ignoradas nuestros padres?
¿Acaso esta es la tierra que ellos nos heredaron?
La realidad circundante nos advierte, delata al opresor, devela sus misterios y planes. Por lo tanto, amigos estén siempre preparados, porque tiempos oscuros y violentos se acercan. Nuestra estadía en la tierra que nos vio nacer será cruda; pero si persisten y toman decisiones correctas alcanzaran el triunfo. Dios, la constancia y la fortaleza ayudaran.
Por eso, no tengan miedo, si mil veces caen deben volver a levantarse mil veces con más fuerza porque sus libertades están en riesgo. Grandes tempestades deben agrandan nuestros pueblos, pero ya el martirio no diviniza, es la hora de ser inteligentes.
Desde este panorama, no se queden quietos, no se duerman bajo la choza que nuestros padres levantaron; porque en ella hay rastros de tristeza, y la tiranía que los sedujo a ellos acecha su reposo. No olviden que el mundo está en marcha y sigue con o sin nosotros. No obstante, si queremos un estatus de hombres libre no podemos seguir haciendo lo mismo que hemos hecho por siglos.
En este orden de ideas, amigos del Municipio de Inzá, elijan un campesino que luche, hable y sea como ustedes, que no se venda al mejor postor o le herede a una tierra hipócrita su herencia. Ya paso una vez. Si se puede. Recuerden que en 1996 triunfamos porque nos unimos; porque con el concurso armónico de todas sus fuerzas alcanzamos el objetivo.
He aquí el mandato de Dios, he aquí el clamor de sus padres y abuelos, he aquí el sagrado juramento de la joven generación que combatirá la corrupción.
Postdata: Señor Gobernador, usted es campesino, no lo olvide.
