La devoción a San José no solo transformó la vida material de María Elsa, sino también su ser interior. A través de un ayuno de cuarenta días, experimentó una profunda comunión con Dios y una renovación espiritual que la llevó a perdonar, sanar, comprender y amar de una manera más profunda.
Redactado por Paloma Muñoz-directora del Diario El Nuevo Liberal
Estuvimos conversando María Elsa Zapata, en Puerto Tejada. Ella es una mujer afrodescendiente, cantadora de una de la agrupación reconocida de violines caucanos de Puerto Tejada, Cauca y nos quiso compartir sus experiencias de fe al periódico El Nuevo Liberal
El relato de María Elsa Zapata Díaz nos introduce en una travesía de fe y encuentro espiritual que comienza desde su niñez en el municipio de Puerto Tejada. María Elsa, una mujer católica, nos cuenta cómo desde pequeña su madre la enseñó a honrar a San José como el padre del niño Jesús, destacando sus virtudes de sabiduría, fidelidad y providencia.
La figura de San José se convirtió en un pilar fundamental en la vida de María Elsa y su familia, especialmente en momentos de escasez y necesidad. Su madre, en medio de la adversidad, siempre confiaba en la ayuda providencial de San José, quien, según ella, era el proveedor y protector de la familia.
“mamá, invocaba a San José y había una puerta y esa puerta se podía abrir, porque mi papá fue un papá ausente entonces mi mamá no puso a nosotros como el modelo de papá a San José y así entonces, resulta que mi mamá siempre decía que en la semana tenía cada santo ella decia un día que los lunes se rezaba las ánimas, que el día martes se rezaba a la Virgen María, que el día miércoles a San José, que el día jueves a Jesús y el día viernes se oraba por todas las intenciones, se hacía como el conglomerado de las intenciones de la semana y por eso y el día sábado nuevamente se oraba a la Virgen María y el domingo al padre que se reunía a todos y nosotros nos tomamos muy personal y por eso es que somos muy devotos de San José” nos comentó María Elsa.
A través de los años, María Elsa cultivó una profunda devoción hacia San José, lo que la llevó a vivir experiencias extraordinarias. Un ejemplo de ello fue cuando, sin tener dinero para pagar el arriendo de una casa, invocó la ayuda de San José y, al año siguiente, la dueña de la casa decidió venderla a María Elsa, permitiéndole cumplir su promesa de construir un oratorio en el tercer piso en honor a San José.
La presencia de San José en la vida de María Elsa se hizo tangible, no solo en la obtención de la casa propia, sino también en la apertura de su hogar como un espacio de encuentro espiritual para aquellos que buscan consuelo y liberación. El oratorio dedicado a San José se convirtió en un lugar de peregrinación para muchas personas, donde la presencia del santo se manifestaba a través de signos y milagros, como la fragancia exquisita de los lirios frescos que nunca faltaban en el lugar.
La devoción a San José no solo transformó la vida material de María Elsa, sino también su ser interior. A través de un ayuno de cuarenta días, de tan solo agua y pan de masa madre, experimentó una profunda comunión con Dios y una renovación espiritual que la llevó a perdonar, comprender y amar de una manera más profunda.
“ Cuando empecé el ayuno al principio me dolió mucho la cabeza, pero él me hizo entender a mí que quizás yo había tenido muchos a veces malos pensamientos, de pronto había tenido sentimientos que no eran de pronto correctos, había juzgado a personas y a veces uno se carga esas cosas y le hace daño a la otra persona que uno está diciendo lo que ella no está sintiendo porque quizás esa persona no me miró así porque yo le caía mal, no, no saben qué situación estaba entonces yo después de eso comencé a entender a las personas en esa parte. Yo ya no junco a las personas por la apariencia. Yo ya me voy a conocer y usted puede estar en este momento conmigo muy enfurecida, pero yo espero que usted le baje y luego hoy la busca y le digo y le y le facilitó el perdón porque le digo: Yo le perdono el que usted me hizo tal cosa, entonces bórrelo, no existe ya pasó. Entonces no es fácil no es la otra que lo perdona cuando el otro lo ha engañado, lo ha herido y eso yo me lo me lo enseñó a trabajar durante ese ayuno era era algo muy especial” agregó María Elsa Zapata.
La fe inquebrantable de María Elsa y su conexión con San José la llevaron a superar momentos difíciles, incluyendo una hospitalización que estuvo al borde de la muerte. Y luego se volvió testimonio, porque en el hospital la llaman ya que lo consideran un milagro que ella se hubiera salvado, cuando los médicos la habían desahuciado. Por eso ella, en cada desafío, encontró fortaleza y consuelo en su fe y en la guía de San José.
Su historia nos recuerda la importancia de la fe popular, la oración y la confianza en la providencia divina, que la gente deposita en sus creencias, así como la influencia transformadora de los santos en sus vidas. En medio de las pruebas y tribulaciones, María Elsa nos enseña que el amor de Dios y la intercesión de los santos están siempre presentes, guiándonos y sosteniéndonos en nuestro camino de vida. Situaciones admirables que vive la gente con su fe popular.
“Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino”. Marcos 10:52
Fotos suministradas al Nuevo Liberal
