La conmemoración de la afrodescendencia en el mes de mayo nos invita a reflexionar sobre la compleja historia de la diáspora africana y su impacto en la configuración del mundo contemporáneo. Desde los tiempos del colonialismo, esta historia ha sido marcada por injusticias, violencia y opresión, alcanzando un nuevo y terrible capítulo hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX en los continentes americano, el africano y el asiático. El imperante orden de supremacía del “blanco” sobre el negro fue una manifestación del poder y la dominación ejercidos por las potencias coloniales.
Jean-Paul Sartre, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, denunció enérgicamente la colonización francesa y sus crímenes en su famoso prólogo del libro “Los condenados de la tierra” de Franz Fanon. En este prólogo, Sartre interpela a sus compatriotas franceses durante la guerra de descolonización en Argelia, instándolos a confrontar la verdad de sus acciones y a asumir la responsabilidad de sus crímenes. Su llamado a la conciencia y al reconocimiento de la complicidad en la opresión sigue siendo relevante en la actualidad, recordándonos la importancia de enfrentar el pasado para construir un futuro más justo.
El racismo, como sistema de opresión y discriminación, no solo afecta a aquellos que son directamente víctimas de él, sino que también empobrece y degrada a quienes lo perpetúan. El no saber que se sabe, la negación de nuestra propia historia y diversidad, nos impide comprender plenamente nuestra identidad y nos aleja de una comprensión más profunda de lo que significa ser americano. Es necesario tener la valentía de explorar nuestro mestizaje, de confrontar los prejuicios internalizados y de reconstruir una narrativa inclusiva que reconozca la contribución de todas las culturas y pueblos que han dado forma a nuestra identidad colectiva.
En este sentido, la propuesta de explorar lo que puede ser América en nuestras vidas implica un ejercicio de introspección y de reevaluación de nuestras relaciones con el pasado, el presente y el futuro. Se trata de reconocer la diversidad y la riqueza de nuestras herencias culturales y de comprometernos con la construcción de una sociedad más inclusiva y solidaria. Es un llamado a la acción, a la reflexión y a la transformación, que nos invita a imaginar y a trabajar por un mundo en el que todas las personas sean tratadas con dignidad y respeto, independientemente de su origen étnico o racial.
En última instancia, la conmemoración de la afrodescendencia nos recuerda la importancia de honrar y celebrar la diversidad de nuestras culturas y de reconocer la lucha continua por la justicia y la igualdad. Es un recordatorio de que nuestro pasado no está escrito en piedra, sino que está abierto a la reinterpretación y a la resignificación. Depende de nosotros asumir la responsabilidad de nuestro legado y de trabajar juntos para construir un futuro más inclusivo y esperanzador para las generaciones venideras.
