Por: Jesús Alberto Aguilar Guerrero
Por más de tres siglos y en cada año, Popayán ha visto y sentido desfilar sus procesiones. Salvo instantes de grave dramatismo, el rito no se ha interrumpido y esto en contadas veces, porque ni catástrofes, ni calamidades, ni guerras han podido frustrar el apego emocional a una tradición orgullosa, sostenida con unción y alentada con artística vanidad. Es así como se quiere seguir conmemorando la Semana Santa, la ruta dolorosa del calvario, a través de la cual la cuz sangrienta e infamante se transfigura en poderosa lumbre pascual y vivificante, ante ese sol de gloria divina y humana que va a ser el advenimiento de la redención cristiana; en esta oportunidad, las autoridades eclesiásticas, civiles, militares, la junta pro-semana santa y los habitantes de esta bella capital de Cauca, dan la bienvenida a la ciudad, que los recibe con los brazos abiertos, deseándoles buena estadía, descanso material y provecho espiritual.
Es la ocasión que el popayanejo ausente, cumple la cita de cada año, no importando las distancias y menos ahora cuando el mundo es tan estrecho y propio; el raizal, a su vez, desde días antes se hace participe de todos los preparativos y antecedentes de la semana mayor, siendo bastante motivados ya que les roba tiempo a las ocupaciones, los distrae de los quehaceres y se desatrazan de lo acontecido en la ciudad, haciéndolos sentir y vivir en esos días en los recuerdos de la infancia alegre y promisora, donde pobres y ricos se preparan para ayudar en la armada y brillo, dotando los pasos con mejores y flamantes decorados, arreglando las andas para que no desmerezca la piedad y admiración, sea del señor, de la virgen o del santo del patrocinio y culto de cada familia; cuando para el mundo cristiano en esta época se celebra el misterio de la muerte y resurrección del Señor Jesucristo hecho hombre, quien entrego su vida para librarnos del pecado, resucito venciendo la muerte y nos dio vida eterna.
En esta suntuosa celebración, no podemos dejar pasar por alto los personajes que intervienen en cada procesión en la semana santa de Popayán, como son: EL BARRENDERO: mujeres y hombres que aparecen antes de los desfiles sacros, limpiando la basura de las calles para quede totalmente aseada, al paso de los alumbrantes y los pasos que se desplazan en la noche que corresponde al rito religioso. EL MONAGUILLO: Adolescentes o jóvenes que hacen este papel, siendo los encargados de anunciar la presencia de la procesión, hoy por hoy mujeres y hombres pueden portar el estandarte de la esperanza, hacen sonar las campanillas para alejar los malos espíritus y estas son sustituidas los días jueves y viernes por las matracas, elementos de madera que son famosas por su bullicio ensordecedor, anunciando la muerte del señor, además de ir adelante purificando el ambiente con el incienso. EL ALUMBRANTE: Feligreses y devotos, portando una vela encendida que acompañan desde los andenes, dándole imponencia a las procesiones. Esta alumbranza es fundamental, significando devoción y sacrificio, defendiendo la tradición. EL CARGUERO: Sobre sus hombros, recaen los pesados barrotes de madera de cada paso, además de la inmensa responsabilidad de cargarlo bien, en su atuendo llevan en la cabeza un gorro o “capirote”, de la misma tela del túnico terminado en punta sobre la nuca y deja el rostro descubierto, calza alpargatas blancas de cabuya, en su cintura el paño y cordón o cíngulo símbolo de humildad. El viernes santo, a diferencia de los otros días el paño va sobre uno de sus hombros y se adorna con una corona de violetas o pensamientos y va encima de una cruz en paño. El sábado santo, el paño lleva un pequeño ramo de flores de colores alegres, significando el gozo de la humanidad por la resurrección de Cristo. LA SAHUMADORA: Emblema femenino que, con su desempeño ritual, embellece con sus aditamentos, el pebetero encendido, el incienso, flores, el vestido de ñapanga con su filigrana de encaje, su peinado, sus trenzas, realzan su compromiso enmarcado con su presencia, la tradición viviente del papel de la mujer en la semana mayor. Estas lindas mujeres desfilan delante de los pasos en los cuales van las imágenes de Cristo o de la Virgen. EL MOQUERO: Lleva un túnico, igual que los cargueros, teniendo como responsabilidad la de limpiar la cera o “moco” que chorrera de los altos cirios que iluminan los pasos, la cual recoge en una bolsa que lleva consigo. Para esta actividad son escogidos algunos niños entre los nueve y doce años, que aprovechan las paradas de descanso, para realizar esta recolecta de la cera. EL REGIDOR (A): Usan elegantes vestidos de etiqueta, llamados frac, guantes blancos, portando una delgada cruz, que hace las veces de bastón de mando, asumiendo la autoridad competente durante el desfile sacro, cuidando especialmente la organización del desfile de las procesiones para que mantengan la solemnidad requerida. LOS MUSICOS: Estas agrupaciones musicales con sus cantos fúnebres ocupan un lugar importante en las procesiones, desfilan orquestas y bandas; complementando los desfiles religiosos las bandas de guerra de Policía y Ejército Nacional.
De esta manera esta casa editorial invita, al recogimiento, a la devoción para celebrar esta semana santa, como un mandamiento de amor.
“Estaba la Madre dolorosa, junto a la cruz llorosa en que pendía su hijo. Su alma gimiente, contristada y doliente atravesó la espada” (stábat Mzter).
