martes, julio 2, 2024
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México, actor peligroso

Por: Clara Inés Chaves R. (*)

Son muchos los factores que desestabilizan a la América Latina y el Caribe y que tienen un contexto transnacional.

No solamente los populismos de derecha e izquierda, personajes excéntricos y peligrosos como Maduro, Ortega, López Obrador, Milei, Bolsonaro y Trump, los pasos agigantados hacia dictaduras como la de El Salvador por ejemplo, sino el narcotráfico y la corrupción que permean a la sociedad civil de cada país, lo que es un problema generalizado en las naciones y que se convierte en un peligro para la seguridad nacional de los países.

Hablamos mucho de nuestros vecinos, pero se nos olvida México un país importante con un peso cultural interesante, pero que viola las normas migratorias y consulares tratando de jugar al gran gigante y pisoteando los derechos de los colombianos no solo sus fundamentales sino atropellando la Convención de Viena para asuntos Consulares.

Este país dada su alta corrupción y la cultura del narcotráfico se ha constituido en las formas de violencia en el presente siglo en donde el Estado no ha sabido manejar la situación a nivel interno y estos flagelos se han convertido en parte de la cultura de la mayoría de los mexicanos, ya que muchos académicos como por ejemplo Flor de Abril Ruiz Flores, quien en su artículo “La influencia del narcotráfico en la cultura mexicana; la narcocultura” en la revista de “rd.buap” Año 6 No. 18 Septiembre – Diciembre 2020, señala: la influencia que el narcotráfico ha tenido en la cultura mexicana en los últimos años, ha generado una narcocultura que cada vez gana más seguidores, ya que a través de productos ligados a la imagen de los narcotraficantes, se ha conseguido que los adultos, los jóvenes e incluso los niños desarrollen una identidad individual y colectiva bajo la influencia de dicha narcocultura. Los medios de comunicación han desempeñado un papel importante en la difusión de esta narcocultura al romantizar la imagen de los narcotraficantes a través de series, narcocorridos y otros productos, que los hacen parecer personas rodeadas de lujos y excentricidades. Este fenómeno ha tenido un impacto drástico en la cultura mexicana que ha generado cambios en el consumo de productos como ropa, bebidas, cine, música e incluso el turismo, pero principalmente en la forma de percibir a los narcotraficantes como ídolos y modelos a seguir. De esta manera, cierto sector de la población aspira a llegar a ser narcotraficante o parecerse tanto como se pueda a uno de ellos, sin tomar en cuenta las consecuencias de esta actividad a corto y mediano plazo, no sólo para la persona, sino para la familia, la sociedad y la cultura mexicana.

Además, historiadores señalan que, en la década de los años 90 en particular, los gobiernos mexicanos no vieron en los narcotraficantes un peligro sino una fuente de riqueza.

De igual forma, se deben tener en cuenta los actores no solo violentos sino los que de una manera u otra se relacionan con ellos, como son: la policía, las fuerzas armadas, los círculos sociales y los políticos ya que la corrupción permea la institucionalidad.

Por ello para algunos cientistas políticos hay que relacionar la riqueza, el trabajo, el individuo, la religión y el grupo étnico dentro del contexto neoliberal y globalizado, ya que el empleo no cumple con su rol fundamental de crear expectativas de calidad de vida.

Las zonas en las que se desarrolla el narcotráfico son por lo general abandonadas por el Estado y se han generado una actividad bastante lucrativa; pero ello no es suficiente para producir un estatus ya que esto lo define sus orígenes geográficos y su familia.

Para el autor Guilles Bataillon en México en Santa Gertrudis se considera un «mafioso», término con que se designa a los narcotraficantes, a un lugareño o un miembro de una familia acomodada. Si se lo tacha de «narco», este calificativo estigmatizante señalará ante todo su condición de forastero o su pertenencia a una familia «baja», no su participación en una ocupación ilegal.

Esta situación genera de hecho un contexto importante para aquellos que no han podido alcanzar un estatus social dentro del sistema y ven en ello la posibilidad de obtenerlo.

Además, la falta de capacidad del Estado mexicano para contener el lavado de dinero, su debilidad institucional en materia de seguridad y de impartir la justicia hacen que el narcotráfico y la corrupción se fortalezcan y se propaguen como una institución delincuencial organizada que permea las fronteras de toda la región llegando a nuestro país y produciendo más bandas delincuenciales que debilitan la institucionalidad democrática colombiana.

Esta situación de peligro en la seguridad nacional no solo colombiana sino de toda la región latinoamericana y del Caribe, unida a la estigmatización de nuestros connacionales en ese país la que el gobierno colombiano no puede seguir tratando con aparente indiferencia, ya que el daño que se le está haciendo al Estado de Derecho, a su gobernabilidad y en particular a nuestros conciudadanos es enorme.

México se ha constituido en un peligro regional, y todos los países de la región deben poner un alto a esta criminalidad transnacional, ya que, por ejemplo, en el caso de Colombia, cuenta con muchos factores de desestabilización como son por ejemplo algunos de sus vecinos: Venezuela, Nicaragua, además de la migración ilegal, de la inseguridad a la que está sometido el país, y de la falta de cohesión social y de unidad nacional.

Colombia debe ir siempre un paso adelante mirando nuestros propios intereses, si no queremos entrar en el torbellino de los estados fallidos.

(*) Exdiplomática y escritora.

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