Por Bernardo Ordóñez Sánchez*
Es innegable que el presidente Petro está tomando decisiones con un fuerte impacto político, lo cual podría resultar tanto positivo como negativo, dependiendo del nivel de apoyo que reciba de la población.
También es relevante analizar las decisiones que está tomando el presidente Petro y el discurso que ha formado frente a la asamblea constituyente, con el objetivo de compartir su visión y generar debates en la comunidad. Para ello, está utilizando lenguajes puente, para establecer paradojas, abordando temas entre dos lenguajes, con una manera de desocultar a la gente, haciendo sus propias preguntas y respuestas. Articulando sus propias maneras, lo hace con un lenguaje particular ajustándose a la representación y alternativa con características de sacar adelante un objetivo.
Es evidente que esta estrategia le está beneficiando, ya que mientras más respondan otros políticos, partidos y opinadores, mayor capacidad de victimización tiene. Además, muestra coherencia con la lucha de clases que ha fortalecido como discurso, lo que le permite recuperar el apoyo de quienes lo siguieron y están en retirada.
Una anécdota señala: Murillo Toro, siempre secretario de Hacienda del general Tomas Cipriano de Mosquera, tenía dificultades para que el congreso le aprobara un proyecto de ley sobre libre cambio. Para salir del impase, se le ocurrió escribir un artículo en uno de los periódicos de la época sosteniendo la provocadora tesis de que san Pedro no había estado en Roma. Puso así a discutir a historiadores, teólogos y escritores. Mientras tanto, el proyecto pasó.
A los tres días de haber lanzado la idea sobre la Constituyente, el presidente rompe la tregua con un grupo alzado en armas, insiste en el metro subterráneo en Bogotá, y delega respuestas al alcalde. También distrae a un expresidente con el impuesto predial y logra que el Congreso históricamente renuente, sesione durante Semana Santa para continuar con las discusiones de las leyes que poco han avanzado.
Si bien esta estrategia puede funcionar mediáticamente a corto plazo, el presidente se equivoca al no hablar del “acuerdo nacional” y nunca mencionar consensos.
Desafiar a la clase política tradicional y a algunos miembros de su propio partido, creyendo que ya han dado todo lo que podían dar, y presentar argumentos que el escenario no es el Congreso, para buscar el camino más largo, también demuestra debilidad y fracaso de sus propuestas de reforma.
Los gobernadores y alcaldes de la Costa Caribe le han hecho un desplante al no asistir a un evento de alivio de tarifas de energía eléctrica, hasta el punto en el que se canceló el evento.
Lo que está haciendo con su actitud el presidente Petro es graduar jefatura de debate presidencial para personas que tal vez él menos quisiera que lo reemplazarán.
La situación para el gobierno es tensa, con muchas incertidumbres. Además de la responsabilidad de gobernar el país, los dirigentes y congresistas de los partidos del presidente dedican mucho tiempo a discutir si pasan de una coalición, el Pacto Histórico, a un partido único propuesto por el presidente.
Dentro del Pacto Histórico, discuten sobre un acuerdo político nacional interno que unifique los temas de cada uno de los nueve partidos que conforman la coalición, para su unidad, desgastando más la discusión en las reglas que en lo programático. Sin embargo, la discusión de fondo debería centrarse en cómo ayudar al gobierno a crear un acuerdo nacional que armonicen las propuestas con la realidad política de la nación.
No es un secreto que el presidente tiene muchas propuestas, pero radicalizando tan rápido su discurso no está beneficiando a su gobierno. Aunque tenga la meta planteada en 2026, es demasiado pronto para buscar los votos que necesita, y lo que podría lograr es generar un ambiente aún más tenso con el legislativo y el judicial.
Es momento que su gobierno al menos logre algunos consensos para pasar reformas fundamentales y mostrar gestión.
*Economista M.B.A. Politólogo. Exconcejal de Bogotá
