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¿Por qué tanta violencia?

Por Sigifredo Turga

Mi gran amigo Jaime Triana, destacado educador, por estos días se hizo dos preguntas bien difíciles de responder y me las transfirió: ¿Por qué el hombre ha vivido en guerra permanente?. ¿Será lógico en un ser racional?

Cómo no van a presentársenos este tipo de interrogantes, si todos los días abundan en los noticieros informaciones sobre múltiples situaciones de violencia que soportamos en el pasado y en el presente de Colombia, con amenazas originadas en diversos actores, de que continuará siendo realidad la guerra en el futuro colombiano.

Y qué decir de las infames matanzas de palestinos y secuestros de israelitas o de las múltiples matanzas producidas por el narcotráfico en distintos lugares del mundo, incluyendo por supuesto a Colombia.

Para tener alguna respuesta a las dos preguntas de mi amigo y colega, sabemos que merece antes un buen análisis para identificar las no pocas variables que intervienen y son propiciadores de la violencia y la guerra. Alcanzamos a identificar que existen de ellas dos básicas y determinantes, el egoísmo y el miedo.

Contrastando con esta situación, existen todavía pueblos en el Amazonas Brasileño que logran ser uno en comunidad, resolviendo armónicamente entre ellos y con la naturaleza su vida, digámoslo de otra manera, ser uno para todos y todos para uno, ser uno en comunidad. No obstante, con tremendo menosprecio nos damos el gusto de calificarlos peyorativamente como primitivos y atrasados.

Caso colombiano es el del pueblo NUKAK MAKÚ, desconocido totalmente hasta hace 40 años, lamentablemente ya en extinción y que, para supervivir, a ellos les tocó someterse e incorporarse a formas organizativas de nuestro modelo que privilegia el vivir en violencia y guerra.

Desde mucho antes de Alejandro el Magno nuestra frustrante civilización decidió rivalizar para todo y rendirnos al egoísmo como el as o herramienta clave para lograr “desarrollo”.

Desde antes de que nacemos nuestra organización social nos llena de informaciones que fortalecen la desconfianza en el otro y nuestro ser físico y mental agranda en miedo y nos preparamos para atacar, ni siquiera logramos en lo más mínimo saber y aplicar lo que un sabio Karateca tiene como mensaje básico, ser precavido en cómo protegerse, que sí aplican permanentemente esos pueblos del amazonas “atrazados e incultos”.

Pero quiero reforzar mi llamado de atención a nuestro egoísmo que muy bien se estableció, se fortaleció y abarrotó todo nuestro orden económico. Qué inmensos grados de guerra y violencia irrespetando hasta el infinito el derecho del otro humano, porque lo mío es lo único que vale. Masacramos en Palestina, en Corea del Norte, Mapiripán El Aro, La GabarraEl Salado, ​nos especializamos en los falsos positivos. Terrible, todo con el propósito principal de atesorar bienes materiales y monetarios sin respetar derechos y la vida física de otros y de la naturaleza.

Incluso a los gobernantes que elegimos solo les importa sus egoístas intereses y practican muy bien el desconocimiento a derechos del otro, como pasó con la represa de Salvajina en el Cauca en la década del 80 del siglo pasado. Ahora, después de 40 años, nos sentimos atropellados cuando nos obstruyen el tránsito por la carretera principal del Cauca, aquellos a quienes en aquel momento no consultaron sus derechos y no se hizo con ellos acuerdos para ser cumplidos, antes de construir la represa.

Ante esos arbitrarios hechos cumplidos en Salvajina en aquel tiempo, ahora la inercia de los hechos, en el transcurso de los tiempos, nos conduce al arbitrario taponamiento en la principal vía con que contamos en el Cauca, precisamente por aquellos que fueron víctimas del egoísmo y ahora tienen como practicarlo también.

Por favor, no más fortalecimiento al egoísmo en la organización económica y social en el Cauca y Colombia, apliquemos solidaridad económica, fortalezcamos la iniciativa privada aplicando amor al otro, dejemos ya el ser ventajosos olvidando el derecho del otro, acompañemos y solidaricémonos con la iniciativa privada del otro y hagamos minga entre esas iniciativas privadas que todos tenemos. Vayamos eliminando desconfianzas y miedos con solidaridad.

Borremos egoísmos y fortalezcamos nuestros mecanismos de protección, pero en solidaridad.

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